Ayer me llamó el ganadero Javier Núñez para contarme que estaba con un fuerte gripazo, y que no podía atendernos el día de hoy en su casa. Y pedía a ver si le dejaba dos o tres días más para que aquel mal que le aquejaba fuera remitiendo. Pero, con un viaje tan acelerado como este, que un día estás aquí, y tres más tarde a quinientos kilómetros, la cosa no podía darse. Una pena porque él quería estar con nosotros y llevarnos a conocer un sitio especial, y para nosotros aún más, porque acabábamos de convertir un día entero entre sus fincas de la Laguna de la Janda y de Tarifa, en poco más de una visita de médico a su casa. Porque, aunque no pudiéramos contar con su presencia, la de sus toros estaba garantizada por la competente presencia de los hermanos Guillén, sus hombres de confianza en su casa.

Nº 38. Castaño. Tío por padre y sobrino por madre del nº 60.

Por tanto, desayunando pronto, que el viaje da más de una hora hasta llegar al punto de encuentro. Una vez más, como vamos a La China, finca que se encuentra en los parajes de la Janda, hemos quedado en la Venta Apolo que se encuentra a la entrada de la localidad de Tahivilla. Allí, uno de los hermanos Guillén, Javier en concreto, es la persona encargada de recogernos y llevarnos a la finca. En La China se encuentran los novillos, los cuatreños y cinqueños. Es una finca que está dentro de un gran complejo de fincas con grandes portones, algunos cerrados. Por eso solemos quedar en la venta. Solo los propietarios y trabajadores llevan esos mandos que las abren. Y la espera se alarga porque un novillo ha armado revuelo, e incluso ha puesto en grave aprieto a nuestro anfitrión, que ha podido tener un percance complicado. Él apenas nos cuenta nada, que tenía un novillo malo y lo ha llevado a encerrar para que lo vea el veterinario. Se calla lo difícil que fue, y lo cerca que han pasado sus astas de sus carnes.

Nº 20. Verderón. Colorado. Hermano de padre del nº 60.

La finca está verde, espléndida, porque ha llovido semanas atrás, pero con el viento que continúa en la provincia, y más aquí, que estamos a diez kilómetros de Tarifa, las regatas apuntan a secarse en breve. Estamos en febrero, ósea que todos creen que aún debe seguir lloviendo. Pero viendo cómo está el tema del tiempo, y el cambio climático y demás, visto el pasado año, a nadie se nos escapa que cada vez hace más calor y llueve menos. Pasando por las regatas nos llegamos al último cercado, que ya conocemos porque es el habitual de Pamplona. Lo de habitual me lo permito porque ya he estado en este corral cinco veces, aunque no se hayan lidiado tantas por culpa de la pandemia. Esta casa inició su vida a partir del año 96, por tanto no tiene gran solera. Debutó en los Sanfermines del año 19, llevándose premios por sus toros, entre ellos el Carriquiri que da la Casa de Misericordia al mejor toro de la feria. Pero al suspenderse los siguientes cursos por el Covid, no fue hasta el pasado año en que repitió en su segunda incursión. Sus toros fueron excepcionales en conjunto, de sobresaliente algunos, y el resto notables, siendo el triunfador de la feria del Toro. Avisamos aquellos años que nos gustaban sus lotes, pero entiéndanme, siempre desde el punto de vista del fenotipo, es decir, por sus apariencias. Esta casa, de ancestros ganaderos desde más de trescientos cuarenta años, tiene sangres Domecq, Núñez del Cuvillo, Osborne, criado todo a su manera, y por eso se suele pensar que son toros para figuras. Además, hace algunos años tuvo algún que otro desastre, que dio pábulo a más de uno a largar pestes sobre el proyecto de esta casa. Sin embargo, entras en el corral y los bureles desdicen de inmediato todos esos pensamientos. Y no porque no sea así. Esas son sus sangres, pero sus caras, sus volúmenes, sus pechos y remates vuelven a decirnos que no veremos a ninguno de los llamados figuras, o mandones, el día que corran y se lidien en la monumental pamplonesa. Suelo charlar con el ganadero, y cuando hablamos del lote sanferminero siempre comenta que él se ha currado el poder estar en la feria del Toro, y que no puede defraudar a la casa contratadora que ha confiando en que lleve lo mejor que tenga. Y lo están cumpliendo porque, dejaría de hablar y solo les enseñaría los toros que están reseñados por los veedores. Y, créanme, no lo han tenido complicado. Uno a uno, los diez animales son espectaculares. Y van a ver algunos en este reportaje, porque es el propio ganadero el que, siguiendo la estela de la escalera sanferminera va publicándolos en sus redes sociales, uno a uno, y hasta el 6 de junio, pondrá a sus seis preferidos. Así que, por las fechas en que estamos les enseñamos los tres primeros peldaños del año. Para el resto sigan a Javier Núñez y La Palmosilla en sus redes sociales. Y tengan en cuenta que les comento siempre por sus hechuras. Lo que tengan dentro es pura confianza. Y me reafirmo en opinar que será más que difícil volver a ver un encierro tan completo como el visto en las últimas fiestas. Pero eso es la lucha de cada casa ganadera.

La visita ha sido corta. Hemos pasado mucho rato solo viendo a los posibles toros de Pamplona, pero hemos echado en falta ir a la finca de la playa y pasar el día con el ganadero, gran conversador y mejor persona. Prometido está para el próximo año. Decidimos volver a comer a Jerez. Nos han hablado de un lugar que han abierto que no debemos obviar, y allí nos vamos. Es pequeño e igual no tiene sitio, nos dicen. Además, son casi las tres cuando llegamos. Y para nuestra suerte, no solo tenemos sitio sino que tres grandes personajes del mundo del toro que allí están comiendo juntos, nos introducen con los dueños y nos hacen sentirnos como en casa. La tarde será larga, pero hablando de toros, pasa demasiado rápido. Tanto como nuestra estancia en esta gran ciudad que nos ha acogido con tanto aprecio y respeto. Y es mutuo. A veces, ya me siento un jerezano más...