Como complemento a su caza en batidas de caza mayor de corzos donde se abaten aleatoriamente animales de todo tipo y condición, una parte de ellos hasta completar los cupos autorizados se permite cazarlos a rececho desde el 1 de abril hasta el 31 de julio. Pero para que ello se haga de la forma más correcta desde ADECANA defendemos que no tenemos que centrarnos exclusivamente en intentar cazar solo los ejemplares más dotados y con mejores cuernas, sino que también es un buen momento para hacer una caza selectiva eliminando excedentes de animales jóvenes y defectuosos que convenga quitar del medio, manteniendo con ello la pirámide poblacional en sus justos términos de edades y sexos.

En defensa de esta tesis el Doctor en Ciencias biológicas Floren Markina ha escrito un interesante artículo en el que explica cual debe ser el buen proceder en la gestión de las especies, mencionando para ello una publicación de la prestigiosa revista Nature del profesor David Coltman de la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido, en el que se ha analizado la evolución de la población del trofeo del carnero “Bighorn” (Ovis canadensis) en las montañas de Alberta (Canadá). En esta región, y según el mencionado artículo, el aprovechamiento cinegético ha variado substancialmente a lo largo del tiempo. Así, hasta 1975 la caza del carnero en la región respondía a un plan de aprovechamiento regulado por un cupo del 10% de todos los machos de la población. Es a partir de 1996 cuando se restringe la caza a sólo los machos que presenten un tamaño mínimo de cuernas, y el resultado ha sido la disminución progresiva del número de capturas por disminución de los animales de trofeos invertiendo la selección natural a favor de los individuos con menor tamaño de cuernas y por consiguiente, potencialmente más débiles.

Esto no solo puede ocurrir en el caso de los corzos, sino que también es extraíble a la caza del ciervo en berrea, donde se suelen cazar los mejores ejemplares, cuando hay que extraer tanto animales excepcionales a ser posible al final de su vida reproductiva, como selectivos que es necesario quitar.

Esto no quita para que si vemos un macho de corzo con una cornamenta excepcional no tengamos ilusión de cazarlo, pero no tenemos que obsesionarnos con la trofeitis ya que también debemos gestionar. La primavera es un momento muy propicio para cazar ejemplares juveniles, ya que precisamente esta es la época en la que los machos de corzo más dominantes se asientan en los territorios donde tendrá el celo en el mes de agosto, expulsándo a estos jovenzuelos y sacándolos de los territorios, por lo que cruzan mucho las carreteras donde son atropellados.

Un ejemplo muy claro de lo que no se debe hacer, y se está haciendo desde hace muchos años en las reservas nacionales de caza donde se cazan sarrios, es tender a cazar los ejemplares de cuernas más gruesas, largas y con mayor anchura de cuerna, incluso cuando son demasiado jóvenes, pero ya con gran puntuación, cuando precisamente son los animales que hay que dejar que padreen hasta su senectud, y entonces cazarlos. Lo que se consigue con estas prácticas es precisamente conseguir el efecto contrario al deseado ya que al eliminar los ejemplares mejor dotados genéticamente, ocupan su lugar en el apareamiento los sarrios con peores cuernas y cada vez más estrechas. Lo mismo ocurre con los corzos y los ciervos.

Claro que no todas las especies reaccionan igual ante esta selección no natural. Así, por ejemplo, en muchos casos intervienen otros factores, tanto etológicos, mediante el comportamiento sexual de la especie, como ambientales. No es lo mismo el efecto de la caza de trofeos en el ciervo o el carnero de Dall, donde un solo macho –generalmente el dominante y por tanto el de mayores defensas- transmite con mayor probabilidad su patrimonio genético, que especies como el corzo, donde la mayoría de los machos se reproducen y, por tanto, la eliminación de algunos ejemplares sobresalientes, no afecta tan decisivamente al conjunto de la descendencia futura.

Al final, y en todos los casos, la conclusión parece ser la misma: la caza en sí misma, no tiene por qué perjudicar a las especies cinegéticas si se practica de forma racional y ordenada, que es lo que desde la ACE y ADECANA intentamos trasmitir a los cazadores navarros, ya que en caso contrario se convierte en una actividad ecológicamente negativa, o por lo menos muy mejorable.