Antes del primer disco, pasaron por Mártires del compás otros artistas como Kiko Veneno, Raúl Rodríguez o Charamusco.

–Esa fue la primera formación del grupo. Trabajé con Kiko Veneno en el primer proyecto de Mártires del Compás, en los años 87, 88 y 89, hasta que lo mandé al carajo. Luego ellos hicieron Caraoscura, pero las canciones de Caraoscura son tan mías como suyas. Como Kiko es un sinvergüenza, me quité de en medio y seguí con Mártires, que el nombre era mío. Kiko hizo el disco de Échate un cantecito, donde estaba la canción Echo de menos, que está basada en una canción mía que dediqué a mi primera novia de aquí, de Sevilla. No me acreditó, dijo que se le había olvidado al de la compañía, pero me dio un 15 % de los derechos… ¡Sobre una canción cuya letra era prácticamente mía! Lo mandé al garete, ahí me di cuenta de que no tenía que trabajar con gente de mi generación, no era saludable, todos tienen un ego desmedido. Empecé a buscar gente más joven para seguir con Mártires del Compás. Así hicimos el primer disco, Flamenco Billy.

Ese disco tuvo mucho éxito.

–Tuvo mucho éxito en todas partes, menos en Sevilla, porque aquí son muy cofrades y nos pusieron verdes por haber puesto en la portada a un Cristo y con la sonrisa de un payaso.

El título de ese primer álbum, 'Flamenco Billy', se convirtió en un concepto para definir su música. ¿Qué significa para usted?

–Yo soy el literato del grupo, saco las melodías y las letras. Dice la gente que tengo muy buena pluma. Yo vengo de una frontera, la de Gibraltar, y en frente estaba África. Teníamos prohibido hablar inglés. Con un transistor muy chiquitito oíamos la música que ponían al otro lado: los Rolling, el rock… Esa mezcla es la que llamo yo Billy: el flamenco como sentimiento, una manera de ser; algo árabe, también, y el rock de los anglosajones. A eso le llamo yo Flamenco Billy. En el disco hicimos un repaso a Miles Davis, a Bambino, a Camarón, a Paco de Lucía… Todo camuflado entre la rumba, las bulerías… El disco tuvo muy buena aceptación. Incluso los flamencos apreciaron que había calidad ahí. Abrimos un camino por el que después fueron muchos otros grupos.  

Esa mezcla de sonidos fue siempre una característica de su música. 

–Claro. Era todo lo que yo tenía en la cabeza. El flamenco lo domino, pero le añadí todo lo que me llenaba. Cuando empecé, había un cartel en el que ponía: “Se prohibe el cante”. El flamenco era algo propio de gitanos y de gente de mala vida. Ahora se cuentan muchas fábulas y muchas mentiras, pero el cante estaba muy maltratado, muy puteado. Yo cogí el flamenco con mis amigos, me interesé mucho. Pero también escuchaba música anglosajona. 

Sus letras tenían mucha guasa, pero tocaban muchos temas sociales: la ecología, el maltrato a la mujer, la inmigración…

–Todo, todo. Hicimos La lava tóxica de Aznalcóllar, que por eso no nos contrataron en Sevilla más. Hicimos ¡Oh! Galicia Calidades y ya no hemos tocado más en Galicia. En Estados Unidos me retiraron el visado porque me consideraron un letrista polémico. Pero a cambio tocamos en Egipto y en Moscú. Esa fue la recompensa, estoy muy orgulloso.

"El flamenco como sentimiento, una manera de ser, algo árabe, también, y el rock de los anglosajones; a eso le llamo yo Flamenco Billy"

Es que Mártires ha tenido éxito en España, pero también en otros países.

–Yo nunca había pensado que iba a tocar en los jardines de la ópera de El Cairo, la verdad. Ni en Moscú, ni en Irlanda, ni en Argentina, ni en México… Entramos por el mercado anglosajón. Aquí nos conocían por las Sevillanas Billy, las de “por lo alto de la tapia”, que las cantábamos en playback en la Feria todos los días. Pero no tenían ni idea de quiénes éramos. Hasta que no vinimos de fuera, no empezaron a prestarnos atención. Del 95 hasta el 97, nosotros las pasamos canutas, tocamos muy poco. Apostaron por nosotros en Francia y fueron ellos los que nos ayudaron a funcionar por el mundo. Argentina, México, Estados Unidos, Europa, África, Moscú… Lo mejor que ha tenido nuestra trayectoria han sido los viajes. El cuarto disco, Mordiendo el duende, tuvo un trato muy internacional y nos impulsó a todos los lados.

En 2007 dejan el grupo. ¿Fue por cansancio?

–Lo dejé yo. No era cansancio, estaba en mi mejor momento. Nos dimos cuenta de que el manager nos estaba engañando y el resto del grupo tenía otra visión y otras ideas para nuestro futuro. Ellos siguieron con el grupo, tuvieron el apoyo de Kiko Veneno y de otra gente, pero no funcionó. Yo me fui en solitario como Chico Ocaña y tuve bastante éxito.

En 2015 hicieron una gira de reunión.

–Sí. Los que estaban conmigo en Mártires me propusieron hacer una gira que llamamos Hola y adiós. Ahora se llama Adiós pa’ siempre, porque este es nuestro adiós definitivo. No tenemos una fecha de caducidad concreta. Empezamos en Pamplona y Bilbao y seguiremos mientras nos contraten. Cuando se acabe esta gira, se acabó el grupo. Ya estoy un poco cansado. La música ha cambiado mucho. Ahora estoy trabajando con gente joven, del rap, del trap… Ahí me quiero quedar. 

El grupo podrá desaparecer, pero sus canciones siempre estarán ahí.

–Ese es el premio, permanecer en la memoria colectiva. Yo soy de San Roque, Cádiz, y la canción que le hice a San Roque es el himno de mi pueblo. Mientras haya uno que la cante, yo estaré presente. Ya les he dicho a los de mi pueblo que no quiero ni estatuas ni plazas ni plaquitas. Si lo hacen cuando yo esté muerto, vendrá mi ángel y les pondrá una denuncia, no quiero nada de eso. El día que me muera, que canten mis canciones. No quiero ni calles ni ná. No voy por esos arenales. Quiero que me recuerden por las canciones, por las frases, por la ironía, por la simpatía y por el buen trabajo. Ese es el reconocimiento más hermoso para un trabajador de la música.