El director británico Ken Loach se mostró pesimista en su última película, The old oak (el viejo roble), donde vislumbra un mundo disuelto en guerras, crisis humanitarias y la amenaza del cambio climático.

“Vivimos una época de gran peligro en la que necesitamos unirnos para construir un poder que nos de un poco de esperanza”, resumió Ken Loach durante una comparecencia posterior a la proyección de The old oak que, tras su paso por Locarno y Cannes, llegó a Valladolid a través de la 68ª Seminci.

Acusó al capitalismo y a la “extrema derecha” del que percibe como “el periodo más peligroso”, un catálogo de riesgos al que ha añadido la “catástrofe climática: ¿qué futuro vamos a dejar a nuestros hijos?”, se ha preguntado.

  “No recuerdo otra época en que la extrema derecha haya sido tan fuerte como ahora”, insistió, refiriéndose a un período en el que “sin solidaridad no hay solución”.

De todo ello habla en The old oak, película con la que aspira a engordar su laureada y extensa trayectoria en el festival de cine de Valladolid, donde acumula dos Espigas de Oro (1971 y 2002), una de Plata (1991) y un Premio del Público (2004).

Esa “experiencia de la destrucción”, como definió a las guerras durante un somero repaso de la realidad internacional, “la viven ahora los gazatíes que ven cómo mueren las mujeres y matan a sus hijos, son historias verdaderamente horrorosas”, una “atrocidad deleznable” de la que ha responsabilizado a ambas partes: Israel y Hamas, a través de “dos tremendos errores”, subrayó.

Las guerras originan éxodos de la población civil afectada, caso de la crisis de refugiados abierta en 2015/2016 durante el conflicto en Siria, cuando miles de familias pusieron sus ojos en Europa para comenzar una nueva vida, también en Reino Unido como cuentan Loach y Laverty en este largometraje que ha sido muy bien acogido en la 68ª Semana de Cine de Valladolid (Seminci).

Pero la película “no es un discurso político sino un relato”, es el cine como herramienta para mostrar la realidad y señalar vías, se ha apresurado a matizar Ken Loach antes de insistir en la solidaridad como el itinerario que puede restañar las heridas del mundo en curso.

Desconfianza, odio, arrebatos, inquinas y rechazo hacia los refugiados de la película prenden “la semilla del racismo” en quienes como ellos carecen de una perspectiva de futuro, hasta que se dan cuenta de que comparten similares problemas: es la solidaridad a la que apela Ken Loach en esta cinta.

“Donde hay que mirar no es al inmigrante”, como a su juicio quiere “la extrema derecha que entra en acción”, sino en las causas que han dado lugar a una “economía colapsada” que padecen todos, europeos y refugiados, apuntó.

  Además, para el cineasta británico, os festivales de cine, como el de Valladolid que conoce desde hace más de medio siglo, representan un reducto para la supervivencia del cine independiente, “son faros de esperanza” frente a la “colonialización de la industria de Hollywood”, reflexionó.

Un largometraje navarro en la Seminci

Por otro lado, ayer se presentó en Tiempo de Historia, la sección de documentales de la Seminci. la película Zinzindurrunkarratz , del director pamplonés Oskar Alegría. 

El largometraje, que ya había pasado por los los festivales de Telluride (EEUU) y Yamagata (Japón), tuvo su estreno europeo de la mano de la Seminci de Valladolid. 

Se trata de una obra obra dedicada a la memoria, que “cuenta cosas pequeñas, pero que son de todos”, explicó el cineasta. Esta recupera el ritmo lento del pasado a través de un recorrido por la sierra de Urbasa-Andía junto a un asno.

 A partir de imágenes mudas y sonidos ciegos, la película, construida a modo de diario, nació de la particular apuesta de Alegría de grabar con la vieja cámara Super 8 de la familia.