Sin redes no hay transición energética. Así de contundente se mostró hace unas semanas Kadri Simson, comisaria europea de Energía, al hablar del compañero silencioso de la revolución energética. Y es que las redes son la columna vertebral del nuevo modelo energético y la plataforma necesaria para responder a los retos de la transición energética.

Aunque son la parte menos glamurosa del sector energético, esta tecnología permite integrar y conectar las nuevas plantas renovables al sistema, una energía indispensable para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. De hecho, este mes la Unión Europea ha incrementado el porcentaje de consumo total de renovables en Europa hasta el 42,5% de aquí a 2030, desde el 32% anterior.

Para poder llevar las renovables a los clientes y a las empresas, las redes se convierten en la pieza clave del nuevo puzle energético. Se estima que por cada euro que se invierta en renovables, es necesario en el rango de 0,7-1 euros en la red del sistema. Y esto ahora. A partir de 2030, la relación deberá superar claramente el euro por cada euro destinado a las instalaciones de energía verde, según la Agencia Internacional de la Energía.

Además, contar con una óptima red dota de eficiencia y competitividad a los proyectos empresariales. Hay que tener en cuenta que España cuenta con un gran potencial de energía renovable

–lo que supone energía a precios más competitivos que en otros países europeos–, por lo que hay que acercar las energías limpias a las industrias para que éstas se aprovechen de los beneficios. Gracias a las renovables, las empresas podrán mejorar su competitividad, al disminuir sus costes energéticos y acelerar su descarbonización. Esto situaría a España en el polo industrial de Europa.

A esto se une que ahora contamos con un sistema que ha transformado la relación del cliente con la energía –haciéndole partícipe de un uso más responsable de la electricidad– y está incidiendo en la mejora de la eficiencia de la red y la calidad de suministro. De aquí, la necesidad de digitalizar la red, que permitirá su automatización e interconectividad total, y también conocer en tiempo real el estado de cada nodo, segmento y elemento de esta infraestructura. Así aumentará la eficiencia y eficacia operacional de las líneas.

Además, las redes de distribución constituyen una pieza clave para hacer posible iniciativas y tendencias que están cambiando la economía, como son la movilidad eléctrica, la bomba de calor, el autoconsumo y las ciudades inteligentes.

Ante esta disrupción, desde el sector energético se hace un llamamiento a acelerar anticipadamente el despliegue de las redes eléctricas con retribuciones atractivas y conocidas de antemano, teniendo en cuenta que hasta el 70% de la transición energética se realizará a nivel de distribución –las redes que llevan la electricidad hasta los hogares y los negocios–, y no a nivel de transporte. Estas últimas son las de alta tensión, que permiten que la energía salga de las diferentes centrales que generan la electricidad.

Eurelectric, la asociación que agrupa al sector eléctrico en Europa, asegura que, para ofrecer el sistema eléctrico del futuro, las redes de distribución de electricidad deben reforzarse y digitalizarse para absorber toda la capacidad disponible hoy, al mismo tiempo que se construyen nuevas infraestructuras y se amplía el número de kilómetros para añadir la potencia futura.

La asociación europea considera que es necesario acelerar las inversiones: “De 2021 a 2022 vimos un aumento del 8% en la inversión. Sin embargo, necesitamos aumentarla en un 84% de aquí a 2050. La regla general es que deberíamos invertir 0,67 euros en la red por cada euro invertido en capacidad de generación. Hoy, esa cifra se acerca más a los 0,30 euros”, indican.

Compromiso con la red

Consciente del potencial de las redes eléctricas en la transición, Iberdrola ha presentado un plan de inversiones de 47.000 millones de euros entre 2023 y 2025. De este volumen de inversión, 27.000 millones irán destinados a la actividad de redes eléctricas, con el objetivo de dar continuidad a su despliegue, consolidar una sólida red de distribución y dotarla de flexibilidad, sobre la base de un ambicioso proceso de digitalización como elemento clave para responder a las necesidades futuras del sistema eléctrico.

Iberdrola ya opera uno de los sistemas de distribución eléctrica más importantes del mundo; más de 1,3 millones de kilómetros de líneas eléctricas y más de 4.500 subestaciones, que distribuyen electricidad a más de 35 millones de personas en el mundo.

Un centro de innovación en las redes

Para dar respuesta a estos retos de la transición energética y para liderar la innovación en estas infraestructuras esenciales, la compañía cuenta con el Global Smartgrid Innovation Hub. Situado en Euskadi, se consolida como centro mundial de innovación y conocimiento en redes inteligentes para ayudar a dar respuesta a los desafíos de la transición energética.

El centro actúa como plataforma tractora de innovación, combinando la capacidad tecnológica de Iberdrola con la de las más de 80 entidades y empresas colaboradoras.

Las redes en Navarra

i-DE, la distribuidora de Iberdrola, ha revisado durante los seis primeros meses del año 25.000 kilómetros de líneas eléctricas (17.000 aéreas y 8.000 subterráneas). La empresa ha realizado reconocimientos regulares orientados a detectar las posibles anomalías en instalaciones eléctricas de estas características.

Estas inspecciones se centran en elementos como los aisladores, conductores, herrajes o apoyos que pueden haberse visto dañados por rayos, caída de arbolado u obras próximas, entre otras causas. En Navarra han sido cerca de 1.300 kilómetros de líneas evaluadas (1.000 aéreas y 249 subterráneas).

La empresa ha realizado reconocimientos regulares orientados a detectar las posibles anomalías en instalaciones eléctricas de estas características. Estas inspecciones se centran en elementos como los aisladores, conductores, herrajes o apoyos que pueden haberse visto dañados por rayos, caída de arbolado u obras próximas, entre otras causas. La compañía también ha llevado a cabo revisiones termográficas a lo largo de casi 15.000 kilómetros de líneas.

En la Comunidad Foral, la cifra ha ascendido a casi 900 Km. Esta acción consiste en el reconocimiento de las infraestructuras eléctricas con helicópteros equipados con cámaras infrarrojas que miden la temperatura de las instalaciones. De este modo es posible detectar aquellos puntos que presentan temperaturas inadecuadas para corregirlos y evitar así interrupciones en el suministro