Con el precio de los carburantes disparado desde hace un año raro es el conductor que no intenta aplicar a su forma de conducir pequeños trucos que le ayuden a ahorrar en este capítulo que cada vez pesa más en el conjunto de los gastos.

Uno de estos comportamientos habituales es el de conducir con el motor a bajo régimen de revoluciones y en marchas largas para reducir el consumo de nuestro coche. Esta forma de conducir supone, en efecto, un pequeño ahorro de combustible, pero sin embargo también puede provocar averías en el motor si se abusa de llevar el vehículo a bajas revoluciones.

Como norma general los motores de gasolina registran su horquilla de vueltas sin forzar rendimiento entre las 2.000 y las 4.000 revoluciones por minuto. Para los motores diésel es algo inferior y se sitúa entre las 1.500 y las 3.000 revoluciones por minuto.

Conducir a bajas revoluciones fuerza menos el motor y hace que consuma menos, pero puede tener sus contrapartidas negativas. Si al pisar el acelerador el motor nos ofrece sus prestaciones en toda plenitud también es cierto que el consumo se dispara.

Pero si conduces a bajas revoluciones puedes necesitar en un momento dado más potencia para subir un puerto o para realizar un adelantamiento. En esos momentos la respuesta del motor de tu vehículo será mucho más lenta y, en el proceso, el consumo de combustible será mucho más elevado. Esto disparará el consumo y, por tanto, estarás perdiendo gran parte (o incluso más) de lo que hayas podido ganar con esta maniobra. Sin contar con que pones en cuestión aspectos de la seguridad al no contar con la potencia necesaria para sortear alguna incidencia de conducción.

Además de este inconveniente, debes saber que conducir a bajas revoluciones puede provocar averías en el motor ya que este tipo de conducción hace vibrar mucho más de lo habitual los motores, que sufren mucho más de lo que debieran y que puede ocasionar la rotura de algunas piezas o su desgasten acelerado.

También pueden resultar dañados los sistemas anticontaminación o los filtros antipartículas, debido a que no están funcionando a una temperatura óptima, que es más alta de la que se produce a bajas revoluciones. Ello provoca que no puedan quemar los residuos y la posibilidad de que se acaben bloqueando. Una avería la del filtro antipartículas que te puede costar va desde los 400 a los 1.200 euros en función de si se sustituye por uno original o por otro que sea compatible.

Otro capítulo importante es el aceite, ya que a bajas revoluciones tarda mucho en alcanzar la temperatura de funcionamiento, situada entre los 80 y los 90 grados. Si el aceite no trabaja a esa temperatura, no lubrica correctamente los componentes del motor pudiendo dar lugar a una avería cara de reparar, e incluso podría obligar a cambiar el motor entero. Si además se trata de un motor turbo, este no lubrica adecuadamente, no funciona a pleno rendimiento y podría llegar a romperse.

 A todo ello hay que añadir las tensiones y esfuerzo que sufren pistones, bielas y caja de cambios cuyo funcionamiento y duración pueden llegar a verse afectados.