Un año más, y ya son 27, Lekunberri dio un salto en el tiempo con su mercado de antaño, una jornada llena de propuestas que atrajo a miles de visitantes. Lo cierto es que no hacía día de playa y se notó en una mayor afluencia.

La música y las danzas, imprescindibles en todas las celebraciones, tuvieron especial protagonismo. La feria fue mañana y tarde, con cerca de 70 puestos en la que los artesanos y artesanas ofrecieron lo mejor de sus productos, con una variada oferta.

Delicioso queso, dulces, embutidos, miel o paté entre otros alimentos compartían espacio con artesanía de la madera, cerámica, orfebrería, textil o cuero.

Para este regreso al pasado el casco viejo de Lekunberri, en el que parece que se ha detenido el tiempo, se engalanó con banderolas en las fachadas además de animales en diferentes txokos. Asimismo, numerosos vecinos y vecinas se vistieron para la ocasión de princesas, guerreros, curas, labradores o pastoras. Y es que los y las lekunberriarras se volvieron a volcar en esta fiesta. 

La llegada de visitantes comenzó desde que se abrió el mercado, animado por música y un barco pirata un tanto zarrapastroso. Pero los corsarios eran generosos y por su cañón lanzaban caramelos, al igual que los hermanos Saralegi, que también realizaron diferentes tareas del campo y expusieron herramientas y aperos de labranza de otros tiempos.

La Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Lekunberri-Larraun aportó aún más magia a a la mañana, con desfile y bailes. También se sumó a la fiesta alumnado de la Escuela de Música Aralar, 

Música y danzas

Al abrigo de los centenarios muros de la iglesia de San Juan, Danserie Ensemble ofreció un concierto que recogía la tradición musical popular y culta del norte de Navarra e Iparralde.

Por la tarde hubo música y danzas populares de la mano Ortzadar Euskal Folklore Elkartea con una actuación en forma plaza dantza, enseñando e invitando al público asistente a participar. El mercado se cerró con un espectáculo de música y fuego.