El mejor vermut del mundo lo prepara en sus ratos libres una familia –farmacéutica y enfermero, arquitecto y enfermera– en una pequeña bodega camuflada en la planta baja de un bloque residencial de Cordovilla.

Su Oro Nómada se ha adjudicado el Great gold en el Catavinum World & Wine Spiritis Competition, certamen internacional que evalúa vinos, licores y destilados de todo el mundo. A lo más alto ha llegado la Bodega Artesana Antonanza, superando a grandes firmas de Francia, Italia o Australia. Y sus responsables están “felices de crear un producto que a la gente le gusta y de poder llevar el nombre de Navarra y Cordovilla a muchos sitios”, dicen.

La pequeña bodega en la que trabaja esta familia y algunas de las botellas que producen. Iñaki Porto

La esencia de su vermut viene de Olite y reside en su vino blanco chardonnay. “Maceración lenta con una selección de los mejores botánicos que le aportan un equilibrio dulce-amargo. Crianza de ocho meses en barricas de roble francés. El resultado es un vermut color caoba con reflejos dorados intensos y con gran potencia aromática”, describe la etiqueta del producto.

“Hemos creado un vermut para la gente a la que no le gusta el vermut”, reconoce Fernando Alonso padre. Con su mujer Paloma Pedrero, su hijo Fernando y la mujer de este, Klara Orlowska, el equipo al completo de esta bodega 100% familiar. Se han bastado para dar con la fórmula del éxito.

En Antonanza tenían una producción estimada para este año de 3.500/4.000 botellas, pero con el boom del galardón y algo de tiempo –los ocho meses en barrica no se negocian– duplicarán su oferta. Siempre “manteniendo el espíritu artesanal y familiar”, recalca Fernando hijo.

“Es una producción limitada, ahora empezaremos a ampliar la producción con vistas a ocho meses. Y claro, con este espacio. Tenemos margen, hemos pedido más barricas y las pondremos en dos alturas”, añade el padre.

El vermut por afición

La familia se define como “gente trabajadora de padres trabajadores”. De origen castellano leonés, llegaron a Navarra hace algo menos de dos décadas. Paloma para trabajar en el sector farmacéutico. Fernando padre como enfermero en el Complejo Hospitalario de Navarra. “Hago mis noches, mis tardes... sigo trabajando. No lo he dejado porque me gusta el mundo de la enfermería. Pero también me gusta el mundo del vino. Y me gusta el vermut. Somos una familia de mucho vermut. Siempre me ha gustado hacer fórmulas de vermú”.

Dieron con una que “nos gustaba mucho a todos, a los amigos y a la familia. Oro por su uva, nómada por los viajes por el mundo que la inspiran, “de los que sacamos muchas ideas para hacer esto”, cuenta Fernando hijo, arquitecto y profesor de arquitectura en la Universidad de Navarra.

A partir de ahí, decidieron lanzarse a producir. “Lo complejo de la fórmula era replicarla, siempre la misma, y sobre todo en cantidad. Algo que superamos muy bien”. El vermú suma en su maceración hasta 33 botánicos “porque en algún momento teníamos que parar”, se ríe Fernando padre. “Los elegimos porque nos gustaba el matiz de cada uno”, añade ya en serio.

Y apunta que en el Oro Nómada “hay cosas inconfesables. Tienes que hacer una fórmula que es bonita y compleja. Tenemos vino chardonnay, los botánicos, la maceración y el envejecimiento. En el medio hay cosas importantes que a la hora de darle una vuelta al vermut, no las contamos porque es lo que hace que nuestro vermut sea único en el mercado”, defiende.

Padre e hijo, satisfechos con su producto. Iñaki Porto

Fernando asegura que “cuando creas un pequeño artículo, una botella de vermú, lo más difícil quizá sea darle el soporte legal, que la puedas tener en el mercado. Registro industrial, registro embotellador, registro sanitario... poco a poco vas quemando etapas. Es lento y estuvimos a punto de darnos la vuelta”, detalla sobre el proceso, por ejemplo, para adaptar la bajera. “Tres años de memorias para adaptar un espacio como este. Ventilación forzada, la iluminación, el suelo... es una bodega pura y dura, pero en pequeño”.

Con esfuerzo diario “fuimos avanzando y el proyecto se fue haciendo cada vez más atractivo e ilusionante. A la gente le gustaba, eso lo vimos. Y que hacíamos un producto diferente también lo notamos desde el principio”.

En 2023, con el vermut ya desarrollado, probaron con los concursos: “tengo una cosa que me gusta, pero vamos a ver cómo se comporta con los jueces”, se dijeron. Debutaron en el Vinduero de 2023 y “se comportó como el mejor. Oye, pues el producto está muy bien, lo dejamos ahí”.

Este año no tenían intención de presentarse “a ningún lado. Estuvimos dudando mucho, y a última hora dijimos, vamos a mandarlo al concurso internacional, que estos ya sacuden más y nos dirán que está bueno, pero hasta ahí”. También ganaron.

“La repercusión ni la imaginas ni te la esperas, porque tú haces una cosa bonita, que te gusta a ti y poco a poco compartes con la gente. Crear esa botella hace ilusión. Luego ya esta repercusión es fantástica. Con los pies en la tierra, pero nos hace estar al lado de un Martínez Lacuesta, que es un fantástico vermut, o uno de Yzaguirre. No tenemos esas cantidades, porque somos pequeñitos. Pero sabemos que el vermut se defiende, que está ahí”.