Cuando en el año 2006 Naciones Unidas aprobaba la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad intelectual, había un largo camino recorrido. Muchos familiares y profesionales que los atendían y educaban lo habían abierto con sus reivindicaciones y/o prácticas innovadoras. En nuestra comunidad es el caso de María Ángeles Echarri.

Nacida en 1928, su etapa escolar está marcada por la guerra civil. De las escuelas vascas pasa a las Escuelas de San Francisco, a las clases particulares en casa y a un internado en Vitoria en donde cursa el bachillerato superior en francés. De toda esta larga etapa recordaba a sus buenas maestras y profesoras y, quizá por ello, estudia magisterio.

Cuando a mediados de los años cincuenta, tras aprobar las oposiciones y recorrer varios pueblos de Navarra, acudía a la escuela unitaria de Cildoz en mobylette, no había ningún recurso en Navarra para los niños con discapacidad intelectual. Allí estuvo doce años y después, “opta por los más débiles”, como se decía entonces, y se matricula, a mediados de la década de los sesenta, en el II Curso de Pedagogía Terapéutica para formar al profesorado de Educación Especial, que tuvo lugar, precisamente, en Pamplona, en la Escuela Normal. Comienza entonces su dedicación a las personas con discapacidad intelectual, primero en la Institución para Deficientes, después en el Colegio de Educación Espacial de Errotazar, inaugurado en 1963 y financiado por la Caja Municipal de Pamplona. Como todos los profesionales y maestros y maestras de ese momento, carecía de bibliografía, modelos, métodos, referencias o materiales para desarrollar su tarea, pero estaba sobrada de ganas, capacidad y experiencia.

Para estar a la altura de ese reto, en su madurez profesional siguió formándose en más cursos, congresos o cursillos. Gracias a sus conocimientos de francés, tuvo acceso al novedoso método audio-viso-motriz Le Bon Depart y acudía periódicamente a Bayona a proveerse del material didáctico que en España no había. Así devolvió la dignidad a unos niños que sonreían complacidos al escucharle decir “cariñico mío”. De vuelta a las aulas ordinarias en los Colegio Federico Mayo de la Chantrea e Iturrama, la experiencia en Educación Especial le permite enriquecer su práctica docente y llevar a cabo innovaciones educativas inscritas en el movimiento de renovación educativa protagonizado en nuestra Comunidad sobre todo por ADARRA.

Su compromiso solidario en defensa de la escuela pública se manifestó de modo rotundo en los albores de la transición. Disuelta la Asociación Provincial del Magisterio Navarro en 1937 y aniquilada en 1936 la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) del sindicato UGT, las reivindicaciones y necesidades de los maestros de la abandonada escuela pública comienzan a tomar cuerpo a través del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza (STEE-EILAS). Desde su madurez vital y su independencia política, María Ángeles dedica al mismo lo mejor de sus esfuerzos, siendo su representante en la Junta Superior de Educación durante ocho años en la década de los años ochenta del siglo pasado.

Serena, equilibrada, ecuánime y socarrona, la despedimos el pasado Día de la Mujer con la certeza de que ella, junto con su hermana Ana María, también profesora de Pedagogía Terapéutica, con su buen hacer docente y social han colaborado activamente a que tengamos una educación de más calidad y una sociedad más inclusiva y solidaria.