i les pararan por la calle para preguntarles qué pedirían ustedes a una heroína y qué le darían a cambio de su heroicidad seguramente pensarían en un personaje de película. En esta tesitura es fácil contestar a la primera pregunta que lo imposible para un ser humano convencional y a la segunda que admiración y aplauso, ya que puesto que lo que hacen es impagable solo cabe la gratitud. De las heroínas se esperan comportamientos épicos y desprendidos que no pueden mezclarse con las reivindicaciones propias de la gente del montón, la negociación de horarios, la petición de recursos y planificación o la exigencia de responsabilidades.

Sin embargo, durante la pandemia este ha sido el nada inocente discurso que se ha repetido respecto a las enfermeras. Bueno, tampoco exactamente, porque se hablaba de sanitarios aun cuando la enfermería es un sector feminizado. Pero las enfermeras no son heroínas, son trabajadoras que como el resto no pueden sostener esfuerzos intensos durante mucho tiempo sin acusarlo.

Prueba de ello es que un 68% ha sufrido depresión, ansiedad y estrés postraumático durante la pandemia según el estudio liderado por Cristina García-Vivar, docente e investigadora de la UPNA, sobre la salud mental en las enfermeras. Con mayor intensidad aquellas que trabajan en unidades covid o residencias de la tercera edad.

Coincide la publicación de esta noticia con la de varias cartas de profesionales que denuncian las condiciones del día a día con preocupación, con el aviso de que así no se va a mejor, que hay riesgo de colapso y con un más que legítimo enfado.

No quieren aplausos, quieren condiciones laborales que les permitan vivir y trabajar en lo suyo con garantías. ¿Será una pandemia ocasión suficiente para conseguirlas o confiaremos en que los ansiolíticos y antidepresivos les ayuden a tirar para adelante?