ace ya bastantes años -pero el recuerdo permanece-, el arzobispo que velaba por el destino espiritual de la comunidad vino a decir que las parejas que tenían dos hijos -y más todavía, inferí, las que tenían uno o ninguno- vivían en el hedonismo. Leerlo y sospechar que el prelado imaginaba mesas bajas con copas de cava y pantis negros con costura colgando de las lámparas fue todo uno. Como entonces esa era mi situación, barajé hacerle llegar el horario de un día cualquiera. Solo las seis o siete tomas de la pequeña y las cinco comidas del poco mayor podían situarle. No lo hice. Sí pensé que las personas que opinan sobre las demás deberían formarse, dedicar un tiempo pautado a realizar prácticas sobre el terreno, a jornada continua, una especie de trabajo de fin de carrera preceptivo para el ejercicio profesional.

Como estas faltas de filtro no han dejado de crecer y destacados miembros de la clase política dan ejemplo, recupero la idea para proponerla a los departamentos de formación de los partidos, aunque llevarla a cabo nos privará de ocasiones de reír, por no llorar, pero reír al fin y al cabo. ¿Usted quiere representarnos? Pues primero va a conocernos. Qué menos.

Un sencillo programa informático puede proponer cinco o seis escenarios, casas, lugares de trabajo, servicios, etc., que aporten un alto grado de diversidad y complejidad social, donde el o la candidata pasará un tiempo suficiente, en cualquier caso no menos de un mes por módulo. Completadas las prácticas, deberá demostrar que ha comprendido las diferentes situaciones que enfrenta la ciudadanía. Comprender como quien comprende el movimiento de traslación, la raíz cuadrada o la digestión de los rumiantes. No se valorarán las opiniones en esta fase de obtención de la aptitud. Vamos a ver si así.