Hay días que cuesta creer la realidad, que lo que pasa está tan fuera de lugar que es difícil entender cómo se ha llegado hasta aquí cuando el destino era algo bien diferente. Que una ley pensada para una mayor protección de las mujeres, debatida, redactada, cuestionada y aprobada tenga efectos en la práctica contrarios a su propia razón de ser. Cuesta creer. Pero está pasando en una mínima parte de su aplicación. La Ley del solo sí es sí nos trae de nuevo a Navarra y al caso de la manada, con el clamor social que se desató tras la polémica sentencia que se convirtió en un grito contra la violencia contra las mujeres y la petición de condenas acordes a los delitos cometidos. Aquello no fue abuso, fue violación y desde entonces hasta ahora ha llovido mucho en este difícil terreno. Lo que está pasando no debe desviarnos del verdadero problema. La ley se aplica a los hombres que ya han cometido el delito, a los maltratadores que siguen maltratando y se aplica cuando el daño ya está hecho. Por eso en una fecha como la de este 25N hay que poner de nuevo la mirada en las víctimas, en las mujeres, en su protección, en la prevención, en tratar de erradicar la violencia machista desde la raíz. Las penas son una parte esencial para que los agresores no reincidan y para proteger a las mujeres que han padecido la violencia, pero la sociedad tenemos que seguir trabajando para acabar con esta forma de desigualdad que tristemente en algunos casos acaba con la vida. Porque hay que avanzar con firmeza hacia la verdadera igualdad entre hombres y mujeres, desde la educación y la sensibilización, dejando de culpabilizar a las mujeres y creyendo a las víctimas de una violencia que llega sin aviso y puede estar detrás de cualquier puerta. En los últimos tiempos se ha asentado una peligrosa corriente negacionista en este campo, la que pone en cuestión la existencia misma de la violencia machista, la que niega que sea una lacra y la que trata de meter en el mismo saco cualquier tipo de agresión para evitar hablar de lo que hay que hablar. Los mismos que ahora se lanzan a contar las rebajas de pena que puede conllevar la nueva ley, como si eso fuera lo único que define ese marco, obviando todo lo bueno que trae consigo. Si atacan a una nos atacan a todas, por eso no se pueden dejar pasar los ataques a la Ministra de Igualdad Irene Montero, duros ataques verbales que son otra forma de violencia política y machista esta vez ejercida por otra mujer. Me quedo con las certeras palabras de Montero tras los insultos de Vox, “les vamos a parar los pies a esta banda de fascistas con más derechos”. Ese es el camino.