El mutis por el foro que le ha hecho Mohamed VI a Sánchez en la Cumbre de Rabat más que un plantón es una humillación política e institucional consciente en todo su alcance. No es que la ausencia del sátrapa alauita haya deslucido el encuentro, sino que lo ha convertido en un ridículo internacional para el Estado español y en especial para Sánchez y el PSOE. Moncloa anunció una cumbre histórica al más Alto Nivel con Marruecos y para allí que fueron el presidente Sánchez y 12 de sus ministros –ninguno de Unidas Podemos–, y cuando llegaron a Rabat se encontraron con que el más Alto Nivel no tenía intención alguna de estar presente. Una llamada breve por teléfono a Sánchez para invitarle a una próxima visita a Rabat, donde ya estaban el presidente y su séquito ministerial, fue todo. Nada. Es lo que tiene doblar el espinazo como un súbdito marroquí ante un dictador autoritario como Mohamed VI. A Sánchez únicamente le agradecieron los servicios prestados por la traición de su Gobierno al pueblo saharaui con el cambio de postura política sobre la ocupación ilegal por parte de Marruecos del Sahara Occidental. Y supongo que la promesa, que será incumplida como siempre, de dejar de traficar con las personas migrantes como mercancía de chantaje en la frontera sur del Estado español. Sánchez como agradecimiento al agradecimiento vendió que el Gobierno doblará la ayuda a las empresas que inviertan en Marruecos hasta los 800 millones. Sin novio y pagando la juerga. Sánchez no ha sabido o podido explicar las razones de la traición a los saharuis, sus argumentos han sido un batiburrillo de malas justificaciones. Quizá lo ha dejado más claro el europarlamentario López Aguilar en su intento de justificar que solo la ultraderecha europea y los 32 europarlamentarios del PSOE votaron la pasada semana en contra de una declaración que condenaba a Marruecos por sus violaciones de los derechos humanos. “Si hace falta tragarse sapos, se tragan”, dijo el también ex ministro socialista con Zapatero. Uno de los ejemplos del nivel de infamia que deambula instalado en la política más diáfanos que recuerdo, pero también más claros sobre lo que está ocurriendo con el giro diplomático unilateral del PSOE en las relaciones con la dictadura alauita. Casi prefiero pensar que se trata de eso, de una cesión ante las amenazas y chantajes de Marruecos, que de un cambio de posición fruto de la presión del lobby socialista pro Marruecos que encabezan González, Bono, Moratinos y Zapatero entre otros que coinciden también en ser tratados como invitados de lujo con regalos y prebendas por el poder marroquí. Un ridículo político y diplomático –otro más del ministro Albares–, que coincide con la investigación abierta en el Parlamento Europea a Marruecos por sus intentos de corrupción y compra de votos de decenas de europarlamentarios. Con la traición al pueblo saharaui y la sumisión a Mohamed VI, Sánchez ha sucumbido al incumplimiento de sus propios valores en el ámbito de los derechos humanos, solidaridad, derecho internacional, crímenes de guerra y derechos democráticos con los que logró buena parte de los apoyos para llegar a Moncloa. Una mala decisión política que arrastra la imagen del Estado español y que tendrá también malas consecuencias políticas a las puertas de unas elecciones.