La verdad que si el artefacto que el viernes derribaron los yankees al norte de Alaska es un ovni o similar a mí casi como que me van a hacer un favor. Prefiero eso a que sea algún asunto chino o ruso, tal y como está el patio y tal y como se las gastan los yankees cuando les ponen cerca el pie –si lo ponen ellos ya es otra cosa–. Mejor un ovni. Además, que los ovnis lo mismo vienen y se bajan unos tíos majísimos y mucho más educados y menos brutos que los que estamos aquí. De eso casi no hay duda, porque ser más brutos es complejo. Un ovni, sería guay que fuera un ovni. Es, más o menos, lo que nos falta para ir cerrando el ciclo de asuntos alucinantes de los últimos tres años, que vaya añitos, la madre que nos parió. No sé, a veces tengo la sensación de que nos están grabando. Al planeta, en general. Como en El Show de Truman pero a lo bestia, todos, los 8.000 millones o los que seamos, siendo parte de una película que se dirige desde el exterior. Igual el artefacto que tiraron los yankees era el clásico micrófono boca abajo que se pone en las películas para coger el sonido sin que se vea en pantalla. Yo ya me creo todo. Incluso estoy empezando a creer que Miguel Bosé tiene razón. ¿En qué de todo lo que dice? No sé, en algo. En eso que dijo, por ejemplo, hace unas semanas de que el sistema está podrido y de que hay que salirse de él. Hay que tener los cojones como buques para llamarte Miguel Bosé, que has sido el sistema cultural por antonomasia, que has jalao dinero público a espuertas y que has sido el niño bonito de la tele pública durante décadas, para ponerte a hablar del sistema. 65 años ha tardao el tío en darse cuenta de que el sistema está podrido. Joder, con Super-super-man, qué velocidad. Bueno, dejemos a Bosé, que bastante tiene. El caso es que hay días que realmente crees que o es todo una broma de mal gusto o no puede ser tanta cosa rara.