La esperada alocución de Vladímir Putin en vísperas del primer aniversario de su decisión de invadir Ucrania llegó ayer cargada de belicismo en un discurso impropio de un mandatario democrático del siglo XXI. Putin precisa reconstruir el antagonismo con Occidente como medio de explicar el totalitarismo de su propio régimen. Es indicativo que identifique precisamente con valores totalitarios los de las democracias liberales, cuyo ciclo ya dio por finalizado públicamente el propio presidente ruso años atrás, antes de su aventura militar en Ucrania. El discurso de ayer, preñado de autoafirmación ultranacionalista paneslava, obvia a Europa y se centra en Estados Unidos. Sin embargo, es en Europa donde su amenaza militar tiene una más clara expansión, son los países europeos los que se sienten acosados por el belicismo postsoviético nostálgico de Putin hasta el punto de buscar la cohesión frente a su amenaza bajo el paraguas de la OTAN los mismos países que durante lo más crudo de la Guerra Fría se mantuvieron en una estricta neutralidad. No hubo en la intervención del mandatario ruso una sola apelación al diálogo o la diplomacia, lo que debería ser tomado en consideración por quienes aún hoy mantengan la falsa dicotomía de esta como alternativa viable a la guerra. La suspensión del respaldo a la independencia de Ucrania cuestiona su viabilidad. No es en Rusia donde los civiles son bombardeados ni son ciudades rusas las ocupadas. La desinformación ha sido y es una arma ofensiva utilizada por el Kremlin para desestabilizar y manipular a aquellos a los que considera sus enemigos: las democracias y su modelo de libertades y derechos. La suspensión de su participación en el tratado de reducción de armas nucleares estratégicas START anunciada ayer no supone novedad práctica y Moscú ya la practicaba al negarse desde hace un par de años a recibir inspectores que controlen su armamento. El riesgo de lanzamiento de misiles intercontinentales parece menor; más proeucpante es la doctrina nuclear táctica que Rusia adoptó en 2020, que ampara la decisión de usar esas armas en campos de batalla con efectos limitados. Cuando Putin afirma que Occidente pretende desmontar a Rusia cita el argumento que justifica la amenaza nuclear táctica como medio para asegurar la supervivencia del país.