Hoy se cumplen 100 años desde que grandes rachas de viento provocaron el derrumbe de la pared izquierda del frontón de Irañeta, dejando cinco muertos; una tragedia grabada en la memoria en un pueblo que entonces contaba con unos 360 habitantes. El Ayuntamiento recordará este aniversario mañana. Tras una misa en recuerdo de los fallecidos a las 11.45 horas, a las 12.30 horas se descubrirá una placa en el lugar de los hechos. Después se inaugurará el mural realizado por Iker Uribe en la pared trasera del frontón y el espacio social y cultural que el Ayuntamiento de Irañeta ha habilitado en la antigua escuela. El primer uso se dará el mismo domingo con una exposición de fotografías antiguas. Para finalizar no faltará un auzate en la sociedad.
Era el 20 de diciembre de 1925, un domingo al mediodía. Después de días de viento oeste que derribaron árboles y postes, aquel domingo todavía era más fuerte y algunas personas se protegían del vendaval junto a la pared izquierda del frontón. Entonces estaba junto a la iglesia y el muronorte era el frontis. Tres años antes de la tragedia se había añadido una pared izquierda realizada con bloques de cemento y carbón mineral, con una altura inicial de 7 metros hasta 3 metros en el último cuadro, con una longitud total de 25 metros.
En el momento del desplome había una decena de vecinos, de los cuales siete se quedaron atrapados bajo los bloques. Un niño de 9 años, Francisco Huarte Irañeta, a quién le protegió el cuerpo de uno de los fallecidos, Ruperto Yoldi Balda, de 42 años. Magullado, consiguió salir y alertó a los vecinos de lo que había pasado, aunque seguro que algunos ya se habían acercado al oír el estruendo. Su hermano Jesús, de 14 años, tuvo menos suerte.Los otros fallecidos eran Pedro Yoldi Ureta, de 20 años, y Jesús Lizasoain Gastesi, de 19 años, y Martin Unanua Esain, de 21 años.
Según se recoge en las crónicas de la época, uno murió en el acto, otros tres fueron sacados con vida pero fallecieron poco después y el quinto al día siguiente en el hospital. Asimismo, había dos heridos graves que finalmente consiguieron salvar su vida y otros dos jóvenes, Miguel Balda Unanua, de 20 años, y Cándido Armendáriz, de 18 años, que se encontraban en el rincón que formaban el frontis y la pared izquierda, parte de la cual se mantuvo en pie.
También se cuenta que era costumbre en Irañeta jugar a pelota los domingos y festivos después de misa, hasta que el sacristán tocaba la campana del Angelus. Entonces se paraba, se rezaba y se iba a comer. Aquel día el sacristán tocó las campanas cinco minutos antes e impidió que la desgracia hubiera sido mayor.
Dada la magnitud de la tragedia, hasta este pequeño pueblo de Sakana acudieron voluntarios y autoridades. Además, el Ayuntamiento de Irañeta se reunió de forma extraordinaria y decidió hacer cargo de los gastos del sepelio, que fue al día siguiente.
Eco mediático
Este hecho tuvo amplio eco en la prensa de la época, tanto dentro como fuera de Navarra, a veces no con demasiado rigor. Así, en la primera página de La Nación, vespertino financiado por la dictadura de Primo de Rivera, el titular era “En Irañeta, por el viento, se hundió una casa, matando a cuatro vecinos y tres heridos graves”. En El Liberal, diario matutino de Madrid de orientación republicana, la tragedia de Irañeta va en el subtítulo: “El huracán derriba una pared, causando la muerte de cuatro hombres”, debajo de “Terrible temporal de agua y viento en toda España”.
Lo cierto es que aquel vendaval ocasionó grandes desperfectos en buena parte de la geografía del Estado, sobre todo en el norte. En El Heraldo Alavés, que también recogió la tragedia de Irañeta con el titular “El viento derriba la pared de un frontón y mata a cuatro jugadores”, también se da cuenta de los numerosos desperfectos registrados en Vitoria, como árboles derribados, paredes derrumbadas o tejados levantados. Destaca dos: la caída de la esfera del reloj de la iglesia de San Miguel a la plaza de la Virgen Blanca y que una fuerte ráfaga de viento se llevó la caseta de un vigilante de arbitrios con él dentro. Además, se incendió porque el fuego del brasero se extendió al carbón que estaba almacenado. El vigilante salió ileso.