Hola personas, desde estos fríos invernales se os saluda. Esta semana, tras las tres que hemos pasado tirando de papeles e historia y paseando sobre un plano, he echado pie a tierra para desgastar suela y patear un poco las calles de nuestra querida Pamplona.
Hoy, jueves, a primera hora de la mañana, con 4º C en los mercurios, guantes, bufanda, gorro y bastón, he salido de casa dispuesto a darme un buen garbeo.
La mañana estaba fresca, pero nada comparada con las dos anteriores. La gente iba y venía a sus cosas con los rostros menos congestionados que el martes y el miércoles.
Por Gorriti he llegado hasta la calle Aralar, la he cruzado, he doblado a mi izquierda y he tomado la acera en la que hace años se escribió un capítulo de la crónica negra de Pamplona, ¿recordáis? Era 1983, alguien -la policía detuvo a un transeúnte en la estación y le acusaron del hecho, pero creo que luego lo soltaron- mató a puñaladas a una pobre enfermera de 25 años en el portal nº 17 de tan tranquila calle. Nunca se supo ni móvil, ni motivo. Fue un shock en la tranquila ciudad.
He atravesado la Baja Navarra y, por la que fue calle de Basilio Lacort, republicano, iconoclasta y anticlerical, me he dirigido a la Media Luna. A mi derecha los pequeños adosados de los años 40-50. A mi izquierda, creciendo, los mastodónticos edificios del XXI. Tras las redes unos cuantos albañiles con sus pistolones blacandéquer a la cintura se afanaban en ir sujetando elementos. Certeros ellos: donde ponen el ojo ponen el tirafondo, no fallan un tiro. El frío lo templaba una radio que escupía reguetón caribeño a todo volumen.
He llegado al parque y lo he disfrutado, como siempre, y, también como siempre, me he asomado a su barandilla para otear desde el Club Natación hasta el Museo de Oteiza, allá en Alzuza, descanso eterno del internacional escultor oriotarra. Una vez paseado el parque, por la trasera de la plaza de toros he llegado a la recién reinaugurada pasarela. Sentimientos encontrados. Por un lado me gusta porque es innegable que es un buen elemento de comunicación Ensanche-Casco viejo y se agradece que esté. Por otro lado no puede uno olvidar toda la controversia que ha llevado con ella y la que le queda. Que si se hizo mal, que si nadie responde, que se nos ha privado de ella un montón de años, que ha estado sentenciada, que se ha salvado con extraños medios legales o ilegales, que su reparación ha costado un huevo y la yema del otro, etc. etc. etc. Y, como conclusión final, he de decir que la han dejado horrorosa, fea, vulgar. Era bonita con su artístico acero corten, con su piso de lamas de madera, con una barandilla a buena altura, en resumen: siendo grande era ligera. La nueva no, la nueva es un tocho, con decenas de nervios soldados, con una barandilla superalta que apenas deja ver nada y con un suelo pesado y cementero. Todo ello pintado de un espantoso color carmelita brillante que tira pa atrás. Pero al pisar tiene magia, han conseguido ponerle música, si pasáis con un bastón probad a sacar un sonido armónico a su suelo ya que dependiendo de donde golpees ofrece una gran variedad de notas. Bien, en cualquier caso, marrón o verde, brillante o mate, musical o silente, bienvenida sea y que nos dure.
Atravesada la pasarela xilofón me planté en la plaza de Santa María la Real e hice un ejercicio de imaginación para ver en ella el derribado convento de la Merced y lo conseguí. Vi su mole, vi la calleja que formaba ante el palacio episcopal, vi el pasadizo que lo comunicaba con el seminario de San Miguel, vi su portada retranqueada en un arco y al fondo vi la trasera del Euskal-Jai. Subí a la ronda Barbazana y tomé hacia el Redín. Me gusta ese paseo, a la izquierda la irregular trasera de todo el conjunto catedralicio, con sus diferentes épocas y estilos. La trasera de la románica capilla de San Jesucristo, con su altarcillo varias veces profanado; los restos de la muralla medieval, con algún tramo construido en “espina de pez”, una torre con saeteras y el arco cegado de la puerta de los capellanes; el ábside de la gótica barbazana, reposo eterno del obispo que le dio nombre; la inmensa rejería de la ventana de la barroca sacristía de los canónigos, que no fue capaz de impedir la entrada de los ladrones en 1935 y el resto de dependencias que nos trasladan a otros tiempos. A la derecha las garitas del paseo de ronda y las copas de los árboles que, poderosos y anfitriones, ya que dan casa a las hiedras que los invaden, suben desde el pie de la muralla. He llegado al Caballo Blanco y a terrenos del Redín. Dejando a mi derecha el histórico portal por donde salió Zumalacárregui aquel 2 de noviembre de 1833 a ponerse al frente del ejército carlista, he tomado el bonito paseo que ha hay en la trasera de lo que fueron las adoratrices y el palacio del Virrey, actual archivo de Navarra, y me he asomado a la barandilla para ver como ha quedado el recién restaurado baluarte de Parma. La intervención está muy bien, pero ya que lo han arreglado, nuestro querido ayuntamiento podía rematar la faena ocupándose de limpiar el tramo de vegetación que queda entre el restaurado elemento defensivo y el río, así a la ligera he visto una bicicleta vieja, una valla de obra, y un montón de cachivaches que no es de recibo que estén en un lugar recién adecentado. De ese modo da la sensación de que han barrido y han metido la basura debajo de la alfombra.
Por las escaleras que atraviesan el muro me he plantado en las antiguas huertas de Santo Domingo, hoy prosaico parquin, y he observado la restauración que están llevando a cabo en el antiguo cuerpo de guardia del desaparecido portal de la Rochapea y la verdad es que, aun a falta de acabarse la obra, lo que vi tenía un aspecto prometedor, y hemos de alegrarnos de que siga entre nosotros como único testigo de algo con lo que contaban los seis portales que cerraban la ciudad. Una vez acabado su arreglo, en él se va a instalar el Centro de experiencias San Fermín 365. No sé muy bien que es eso, pero digo yo que un día entrará una peña a entonar una nueva canción para cantar en Sol, otro día irán un grupo de divinos a ensayar unos quiebros y unos quites, otro será una cuadrilla quien probará en el porche como queda mejor un calderete, o irán un grupo de niños y niñas a ver ante quién se corre mejor si ante el Verruga o ante Caravinagre. Vete tú a saber.
Me ha pasado una vez más, el espacio se me acaba y mi paseo está a mitad de camino, así que habrá que poner el consabido cartel de…continuará.
No se pierdan el final.
Besos pa tos.
Facebook : Patricio Martínez de Udobro
patriciomdu@gmail.com