Hace muchos años que Pamplona no es socialista. Muchos años en los que el PSN no solo no gana las elecciones municipales –lo hizo en 1983, con el 35% de los votos– sino que ni siquiera se acerca al 20% de los votos. Desde 1995 tiene una media acumulada del 14,58% de los votos, muy por detrás de la derecha y bastante por detrás de la izquierda abertzale, con un mínimo histórico del 10,2% en 2011. Una encuesta de ETB le otorga para mayo un 14,3% de los sufragios, dos puntos menos que hace cuatro años, y no cabe sino preguntarse si el elector socialista va a hacerle pagar estos cuatro años de vaivenes, con primero una Esporrín anti Bildu y casi pro Maya dando paso más tarde a una Esporrín más aliada con la oposición. O si va a confiar en la apuesta de Elma Saiz para volver a pelear la segunda plaza de la lista de candidaturas más votadas que aspiren a liderar el consistorio, algo que se antoja muy difícil habida cuenta del gancho de Asirón y los más de 10 puntos porcentuales de ventaja que le otorgan a Bildu las encuestas. Lo que parece obvio es que la apuesta del PSN al menos verbalmente por ahora es votarse a sí mismo en una futura sesión de candidatura, lo que dejaría la alcaldía en manos de los concejales de UPN y PPN, que sin sumar mayoría sí que podrían suponer mayor número de concejales que todo el resto si el PSN se baja de la ecuación, aunque en reñida lucha con lo que pudiesen sumar juntos Bildu-Geroa Bai y Contigo Navarra. De cualquiera de las maneras, parece más que evidente que el PSN tiene que dar un giro también en su actitud en la alcaldía de Pamplona si pretende revalidar a nivel general el panorama de estos 4 años, con el apoyo de Bildu en el Parlamento. No va a ser ni la primera ni la segunda fuerza, aunque sea entendible que Chivite y Saiz se desgañiten anunciándolo. El positivismo dicen que suma votos. Seguro que también los resta.