Me hice chaval con las películas del Oeste. Con el Gary Cooper de Solo ante el peligro y el James Stewart de El hombre de Laramie. Con el Gregory Peck de Horizontes de grandeza y el John Wayne de Río Bravo. Luego flipé con el Richard Harris de Un hombre llamado caballo y el Dustin Hoffman de Pequeño gran hombre, me hice pro indio y acabé cambiando de gustos y de géneros, a pesar de lo cual, una parte de mí siempre ha mantenido su atracción por los y las héroes con un par. Al menos para la ficción. Y también para la política. Pedro Sánchez había ya demostrado sobradamente que los tiene. Ahora acaba de doctorarse cum laude en tamaño de entrepierna. Le acaban de sacudir hasta en el carnet de identidad en municipales y autonómicas y ¿qué hace él? Adelantar las generales al próximo julio. Agonías las justas. Todo o nada. Hórdago a las dos. Todavía no sabemos si va a ser el Errol Flynn de Murieron con las botas puestas o el Kirk Douglas de Duelo de titanes, pero más de uno y una se lo va a tener que mirar. Lo peor se lo va a llevar el ciudadano o ciudadana que ya estaba de campaña hasta la cresta. Este año vamos a tener a algún plasta pidiéndonos el voto hasta en el almuerzo del día 6, y el sobre que metamos en la urna, además de papeleta, va a contener arena de la playa. Una pesadilla en toda regla que habrá que perdonar a su responsable aunque sólo sea por los huevos que le echa. Por lo que aquí respecta, si antes de esto Asirón lo tenía bastante crudo, ahora sus posibilidades de ser alcalde de Pamplona son las mismas que tenía el William Holden de Grupo salvaje de volver a cruzar Río Grande. Lo de la presidencia de nuestra comunidad puede que no vaya tan rápido. Quizás sepamos antes el nombre del próximo inquilino de la Moncloa que el de quien definitivamente se siente en el Palacio Foral. Mandan cojones.