El duro, sangriento y sorpresivo ataque lanzado por las milicias del movimiento islamista Hamás contra Israel en varios frentes y la esperable contundente respuesta de Tel Aviv han vuelto a avivar los aires de guerra en la ya de por sí explosiva zona de Oriente Próximo. Las características del ataque palestino, con más de 2.200 cohetes lanzados contra Israel incluidos grandes núcleos urbanos como Jerusalén y Tel Aviv, acompañados de la incursión de cientos de milicianos en zonas fronterizas, supera el modus operandi tradicional de estas facciones en su lucha contra la ocupación judía y las sangrientas operaciones del Ejército y los ataques de colonos contra la población de Gaza y, especialmente, de Cisjordania. El balance provisional es trágico: más de un centenar de israelíes y más de 200 palestinos muertos. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, habló ayer directamente de “guerra” y de “ganarla” a toda costa. Ni Hamás ni las fuerzas palestinas que controlan Gaza pueden pretender ganar una guerra a Israel con un centenar de infiltrados ni los líderes de estas facciones lo buscan. Los fracasos de la comunidad internacional durante los últimos 75 años han creado el escenario actual. A los palestinos se les ha transmitido de facto que el mundo solo se acuerda de ellos cuando es necesario parar una matanza o una guerra. Y eso ha dado fuerza a la cultura de la inmolación. Israel es más fuerte que nunca pero a Netanyahu este ataque le da la opción de reforzar su discurso de que el país tiene su supervivencia amenazada, obviando su política colonizadora que mantiene a Palestina como un estado inviable. El pulso de las facciones apoyadas por Irán se libra también con la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que no controla Gaza y se va a ver debilitada en Cisjordania frente a los grupos armados proiraníes. Y en Teherán, donde su propia represión está siendo contestada por una nueva generación de musulmanes no fundamentalistas, la desesperación de los palestinos se utiliza como carne de cañón. En este contexto, lo más probable es que esta nueva escalada del histórico conflicto acabará como las anteriores: con un gran baño de sangre que refuerza a los halcones de ambos bandos y radicaliza la situación sin darle salida. ¿Para cuándo un compromiso internacional con las soluciones al conflicto y no con los intereses de cada cual?