A Jordi González le ha durado dos semanas su plaza en La Plaza, su nuevo (ya viejo) programa con el que iba a renovar las tardes de La 1 tras su salida de Tele 5. El título era acogedor y daba pie a hacer algo mejor, desde su puesta en escena a la elección de sus contenidos. Pero no ha habido nada de eso, y bajo el engañoso título de La Plaza nos han colocado, en realidad, una conversación de barra de bar desde un plató tristón para contarnos qué opinan Terelu, Norma Duval, Celia Villalobos y otras señoras famosas sobre distintos temas de actualidad reduciendo los argumentos a chascarrillos varios y sin llegar a conclusión alguna antes de pasar al siguiente tema. Y así abrieron un día el programa con la noticia de que el último truco de belleza de una señora en redes sociales es pasarse el pañal meado de su hija por la cara. Y ya el último día abordaron un tema tan apasionantes y donde la mujer tiene tanto que decir como que la última tendencia en el mundo de la moda sea comprar los calzoncillos rotos, como ocurre desde hace tiempo con los pantalones vaqueros. Entre medias, una tarde de sucesos con las cuatro muertes en una discoteca de Murcia. Imposible pillarle el tono al programa.

El resultado, claro, ha sido un bluf enorme, desde el primer día hasta el último y hasta quedaba mejor vestido con el decorado del serial de las tardes, que tomaron prestado en su debut, que en el anodino plató marrón y sin personalidad alguna en el que les ha tocado malvivir. 

En estos tiempos en el que todas las plataformas se apellidan Plus y todos los programas de la tele convencional son clones con los mismos temas, decorados e invitados, los responsables de La Plaza ni siquiera se han esmerado en recrear una plaza porque a algún mandamás le ha parecido que era suficiente con el mismo plató que todos los demás, una mesa delante de un pantallón, y hasta la sintonía sonaba igual que la que tienen AR y Sonsoles, sus dos principales competidoras de las que deberían haberse sabido diferenciar. 

Pero no han sido solo las formas. Los responsables de La Plaza tampoco ha ideado sección alguna para conseguir un programa variado y con secciones atractivas para el espectador al que, por extraño que le parezca a TVE, no le interesa conocer qué opina Mariló Montero sobre los pañales meados y Marta Robles de los calzoncillos rotos.

Con un título tan acertado y el interesante fichaje de Jordi González (que hizo maravillas al frente de La palmera hace ya demasiado tiempo) cabía pensar en algo mucho mejor, pero nos han colado un remake a destiempo del caduco y olvidado Amigas y conocidas, donde unas señoras bien echaban el mediodía opinando de cosas mientras esperaban a que llegara el programa siguiente. Y así han acabado: desplazados.