El martes por la noche volveremos a ver zombis, brujas y decapitados andantes por las calles. ¿Quién no conoce la fiesta de Halloween? Para las nuevas generaciones de chavalas y chavales de aquí es ya algo que han conocido de toda la vida. La verdad es que hoy en día, en este mundo cada vez más globalizado, ya no tiene mucho sentido rasgarse las vestiduras por las modas que nos llegan de fuera. Es mucho más interesante, sin duda, poner las cosas en su contexto y ver de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.

Desde hace unos años se viene reivindicando que Halloween no es un invento yanki, como muchos creen, sino una costumbre llevada por los irlandeses a Estados Unidos. Es la heredera de una de las celebraciones de invierno más extendidas en gran parte de Europa. De hecho, muchos elementos como el vaciar calabazas y ponerles una vela dentro, disfrazarse con trapos viejos o ir pidiendo por las casas es algo que se ha conocido a lo largo del Alto Pirineo y en toda Euskal Herria, sin ir más lejos, hasta hace muy pocos años. Hay recogidos testimonios muy interesantes de personas mayores que conocieron esta costumbre en su juventud. En este sentido se están llevando a cabo últimamente iniciativas muy interesantes que aúnan todos los elementos terroríficos, tan atractivos de esta celebración, con componentes culturales locales, promoviendo la participación popular y sin caer en el consumismo puro y duro. Un ejemplo de ello es el programa de Arimen gaua (Noche de almas) que organiza la Comisión de Fiestas de la Txantrea con taller de calabazas y disfraces para familias, cuentacuentos terroríficos en Auzotegi y casa del terror en el centro de Salesianas.