Cené con Altube y al llegar a los postres me dijo que había tenido una experiencia extraña. Aseguró que mientras leía el libro La ética en la política municipal, de repente, algunas letras desertaron de su propio significado, otras se encerraron sobre sí mismas, otras hicieron la maleta y se fueron a otros capítulos, las polisémicas buscaron a sus semejantes y se intercambiaron los significados retorciéndolos. Por ejemplo, la frase: “Ellos son de mentes veloces” se transmutó en: “Ellos son dementes veloces”. Y así muchas. De entre las combinaciones, le extrañó que la palabra “emoción” hubiera encaramado su “e” sobre la primera sílaba de “moción de censura” dando lugar a “emoción de censura”, nuevo concepto que extrañamente encontró en una línea que decía: “La Alcaldesa puede ser destituida mediante emoción de censura”.

Pensó Altube que aquella frase podía ser una errata, como la de primera edición de Arroz y tartana de Blasco Ibáñez que decía: “Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido”. Pero lo descartó, pues con una sola letra, la “e”, se añadía emoción a la moción, algo que generalmente no ocurre pues cuando se plantea una moción de censura suele saberse el resultado.

Precisamente ese día, Altube escuchó a Arnaldo Otegi decir que: “en estos momentos la moción de censura contra la alcaldesa de Pamplona no está encima de la mesa, pero tampoco se descarta que pueda ser un instrumento a utilizar en el futuro”. ¿Qué quería decir Otegi, que todos guardamos secretos, pero en realidad solo los guardamos para poder desvelarlos algún día?

Altube se preguntó entonces por las extrañas coincidencias entre sus delirios y la realidad de las cosas de este mundo.

Él no conocía a Otegi, tampoco a la alcaldesa Ibarrola, pero pensaba, como Patricio Pron, que las personas son muy predecibles, en especial cuando se dejan conducir por sus emociones.