Saber de qué hablamos cuando hablamos de Educación, creo que ese sería el primer paso, acercarnos a ese concepto tan amplio como necesario, que está en la raíz y que condiciona el crecimiento de cada persona. La educación es esencial, en eso parece que todos y todas estamos de acuerdo, las diferencias empiezan cuando nos adentramos en quiénes son los agentes implicados, qué parte corresponde a cada uno y qué tipo de educación queremos, si centrada en el conocimiento y en el ranking que posiciona a los mejores, o si la queremos más próxima al humanismo, a los valores, a la educación como herramienta de integración social que se valora por no dejar a nadie atrás. Educar no es fácil, nunca lo ha sido, pero en los últimos tiempos se ha complicado. Ni la escuela es lo que era, ni las familias, ni la sociedad, ni las herramientas educativas, ni los retos, ni los condicionantes. Todo está en continuo cambio y las nuevas tecnologías y los móviles lo han puesto todo del revés. Y se corre el riesgo de que todo acabe siendo un cruce de acusaciones, los padres a los profesores, los profesores al sistema, el sistema al alumnado, los alumnos y alumnas a los profesores, y así continuamente. Justo este 24 de enero se celebra el Día Internacional de la Educación, una fecha para reflexionar sobre el camino a seguir, que coincide con el debate sobre los malos resultados del informe PISA que no hay que olvidar que son eso, resultados. Un plan de refuerzo en Matemáticas y otro de comprensión lectora son las primeras medidas junto a otras organizativas. Si no se comprende lo que se lee no solo está en juego la nota media, que tristemente es lo que más importa, sino que también queda muy limitada la esencia de la Educación.