Cualquiera que siga estos textos desde su inicio –que hay que tener valor– conoce mis escasas simpatías por el Athletic de Bilbao. A estas alturas de la vida, tampoco les tengo antipatía, la verdad, pero no están entre mis 100 equipos preferidos. Vaya eso por delante, como preámbulo a decir que la compra que ha hecho por 2 millones de euros de un jugador de Osasuna Promesas a mi sinceramente me parece un buen negocio para Osasuna.

Que venga un club, el que sea, y te pague la cláusula de rescisión de un jugador que todavía siquiera ha ido convocado por el primer equipo desde el punto de vista financiero de una entidad que, no olvidemos, tiene numerosas deudas, me parece una buena opción. Cierto es que a Osasuna ni se le ha dado la posibilidad de negociar, ya que el Athletic ha puesto el dinero de la cláusula encima de la mesa y punto, pero es que así es este mercado del fútbol, con lo cual creo que el tema no es, a priori, perjudicial para los rojillos.

Tenemos numerosos ejemplos de jugadores de la primera plantilla por los que no se obtiene nada y que se traspasan simplemente por ahorrarnos la ficha, así que no le veo mayor drama a un asunto como el de Adama Boiro, un chaval que lleva 18 de sus 21 años viviendo en Pamplona aunque naciera en Senegal. Vamos, más navarro que yo.

Pero el fútbol profesional es así y de la misma manera que podemos echar pestes porque el Athletic pesque en Tajonar desde muy jóvenes –ayer mismo se supo que un cadete rojillo también va a fichar por los de Lezama–poco hay que decirle al jugador e incluso al Athletic en asuntos como el de Adama: tienen más pasta que nosotros y es una pasta que en ocasiones nos viene bien, nos guste nada o muy poco reconocerlo. Y como su radio de acción es el que es, siempre vamos a estar en su punto de mira. Protegernos y a la vez sacarles el mayor rendimiento posible siempre va a ser la mejor política.