La imagen impresiona. Pedro Sánchez y el ministro Ángel Víctor Torres enfundados en un buzo higiénico blanco atienden las explicaciones de dos forenses en el columbario de Cuelgamuros. Junto a ellos, el motivo del escalofrío: una montonera de huesos humanos de todo tipo. Cráneos, tibias, costillas, fémures apelotonados sin orden ni concierto. Cuesta trabajo creer que haya alguna posibilidad de realizar algún tipo de identificación a partir de esos restos. Sin embargo, los tenaces investigaores han conseguido casar el ADN de 11 de esas víctimas con el de sus familiares. No es un milagro. Es ciencia.

Por supuesto, no hay nada que objetar al interés del presidente del Gobierno español por el desarrollo de las hercúleas labores de los técnicos, pero es inevitable que la visita no desprenda cierto olor a marketing. No es la primera ni la segunda ni la tercera vez que Sánchez tira del talismán de la memoria para desviar la atención de los marrones que le acechan.

OTRAS DESMEMORIAS

Por supuesto, nadie con media gota de conciencia y corazón le va a afear que aproveche la coyuntura para anunciar que llevará al Constitucional, a la ONU, al Consejo de Europa y al Parlamento Europeo las vergonzosas iniciativas de PP y Vox para cargarse las leyes vigentes de Memoria y sustituirlas por otras que tienen las narices de llamar “de concordia”. Todo lo que se haga en ese sentido estará bien, pero resultaría más creíble si el anuncio no coincidiera con momentos de tribulaciones para el equilibrista jefe del ejecutivo español. O si hasta la fecha hubiera predicado con el ejemplo en otros ámbitos donde lo tenía en bandeja. Por ejemplo, en la desclasificación de episodios del franquismo y el postfranquismo como los casos Aldana, Zabalza, 3 de marzo, Montejurra, Jose Arregi, Lasa y Zabala o Sanfermines del 78, por citar solo algunos de los más significativos.

Hasta la fecha, cada vez que el PNV o EH Bildu han solicitado que se levantase el velo de silencio sobre estas vulneraciones de los derechos humanos perpetradas por personas u organismos muy cercanos a instancias gubernamentales la respuesta ha sido un encogimiento cómplice de hombros. La Memoria no solo se predica; ha de practicarse.