El problema del sinhogarismo está siendo utilizado por la derecha de esta ciudad para hacer demagogia de la barata. Ahora toca meterse con el reparto de vales de autobuses, en realidad para favorecer la movilidad de personas que quieren seguir viajando o regresar a otras ciudades de las que partieron, algo que se ha hecho siempre y que es común en todos los territorios. Personas en su mayoría inmigrantes, que se mueven en busca de mejores oportunidades y recursos, aquí, en Logroño o Bilbao.

El año pasado muchos de estos transeuntes fueron jóvenes de origen magrebí que llegaron tras la pandemia en un fenómeno común en otras ciudades del norte. Algunos están ahora en Francia o Alemania, otros se han ido movimiento por diferentes albergues. Como la mayoría no tiene papeles sólo si hay un acceso a formación y empleo se pueden estabilizar. Pero, a su vez, sólo si hay un número controlado se puede trabajar con ellos de manera ordenada para ofrecerles oportunidades reales de integración, aseguran desde la administración. Es la pescadilla que se muerde la cola.

En todo caso el término sinhogarismo empieza a abarcar mucho más que lo que llamamos alta exclusión en calle. Los dos albergues con 106 plazas están llenos a diario, pero también hay más de 50 personas que viven en calle y está aflorando también un nuevo perfil de persona sola o mayor, o familia, hacinada en una vivienda o habitación, o desahuciada, que prefiere vivir en un albergue con mejores condiciones. El Ayuntamiento de Iruña está trabajando en un plan de sinhogarismo, un tema complejo sin duda en el que hace falta trabajar desde muchos frentes. En este mundo mal cosido la inmigración no cesa. Sin ir más lejos en Navarra el saldo migratorio es de 9.000 personas. Los que terminan sin hogar son una milésima parte.