La campaña electoral de la CAV entra en su última semana con las encuestas apuntando a un ajustado empate entre el PNV y EH Bildu. Cualquiera de los dos partidos podría ganar el domingo, en escaños o en votos, y la participación final puede ser determinante. Es la principal incógnita que ofrecen unos comicios que sin embargo no auguran cambios importantes en el Gobierno Vasco, más allá de la salida de Iñigo Urkullu, que deja Ajuria Enea después de 12 años.

PNV y PSE renovaron hace un año su alianza en las diputaciones y ayuntamientos, y los socialistas se han encargado de dejar claro que no hay ninguna opción de gobernar con la izquierda abertzale. Ahuyentando el fantasma de Pamplona que ha sobrevolado el inicio de la campaña.

Hay motivos históricos en la decisión del PSE, que será determinante en la suma de mayorías. La CAV no es Navarra y hay recuerdos que no se olvidan tan fácil. Pero también estratégicos. Para el PSOE sigue siendo más cómodo apoyar a Imanol Pradales que a Pello Otxandiano. Y aunque EH Bildu ha ganado protagonismo en Madrid, la llave de la gobernabilidad la sigue teniendo el PNV. Lo sabe Sánchez, que tiene el apoyo de la izquierda abertzale garantizado pase lo que pase en Euskadi, y lo sabe también Feijóo, que tienta a los jeltzales.

El dato importante será por lo tanto conocer si PNV y PSE alcanzan juntos los 38 escaños que dan la mayoría absoluta o si por el contrario se abre paso a otro juego de mayorías. No tanto para la investidura –la Lehendakaritza es para el candidato con más apoyos, aunque no tenga mayoría–, pero sí para el futuro. Y si la nueva coalición de Gobierno se abre a pactos con una EH Bildu de fuerza creciente, con la izquierda federalista o busca el apoyo del PP.

En todo caso, estas elecciones abren paso a una nueva etapa en Euskadi. Prácticamente todos los candidatos son nuevos. Representantes de una nueva generación más joven y con otras prioridades. Ha habido renovación en los partidos, en los mensajes y en sus propuestas. Y en la imagen. Ya casi nada recuerda  a tiempos pasados.

Una nueva etapa

Estamos en un tiempo en el que el PNV evita las corbatas y habla de renovación, representado por dirigentes que rompen con la imagen de partido tradicional y avejentado. Los jeltzales han entendido que la situación requería un cambio y han propiciado una regeneración interna que nunca es fácil pero que ha llevado a cabo sin división ni disputas. Queda por ver si es suficiente para movilizar a un electorado desmotivado y que da por segura la continuidad en Ajuria Enea.

Los partidos han renovado discursos, propuestas y la imagen de sus candidatos. En la política vasca casi nada recuerda al pasado.

También EH Bildu ha renovado su imagen. Gafas de pasta y americanas para una estrategia política que no hace mucho hubiera calificado de tibia y autonomista. La reivindicación nacional ha dado paso a una propuesta que combina la agenda social de Podemos con el músculo de la izquierda abertzale. Un camino que ya ha explorado con éxito el Sinn Fein en Irlanda y que empieza a dar réditos importantes. Así que no parece que haya motivos para cambiar a corto plazo.

Las elecciones vascas esconden también otras pequeñas disputas. Los socialistas seguirán siendo un actor clave, pero buena parte del voto que respaldó a Sánchez en las generales de julio, y también a Sumar, puede acabar en manos de sus aliados en Madrid. Lo que quizá encienda algunas alarmas en Ferraz, que ve cómo mengua su presencia territorial como precio a la continuidad en La Moncloa.

Más de 12 años después del final de ETA, Euskadi encara el futuro con estabilidad, voluntad de acuerdo y una clara mayoría abertzale.

Hay otra batalla, muy dura además, en el espacio de la izquierda confederal, entre Podemos y Sumar, que puede dejar a ambos sin escaño. Intrascendente desde el punto de vista político en Euskadi pero vital de cara a las elecciones europeas. Una victoria de Podemos puede dejar contra las cuerdas al proyecto de Yolanda Díaz, que empieza a tener también problemas internos importantes.

Son, con todo, unas elecciones más autonómicas que nunca. Desapercibidas en Navarra, que tiene sus propios tiempos, y con escasa atención en Madrid, donde todos siguen mirando a Cataluña. Más de 12 años después del final de ETA, Euskadi encara el futuro con estabilidad, voluntad de acuerdo y una clara mayoría abertzale que no gobernará junta, pero que puede avanzar en un proyecto de país si es capaz de encontrar vías de colaboración para el futuro.