El buen cine resiste el paso del tiempo. Perdura. Esas películas hechas con tiempo y oficio a las que se puede volver una y otra vez porque siempre tienen algo que ofrecer al espectador, al que se va incorporando con una mirada nueva o al que la vuelve a ver. Cuando el cine lleva el adjetivo de clásico, es que ha tenido una buena madurez y le espera un mejor envejecimiento. A ese cine, que resiste y mejora con el tiempo y sigue siendo necesario con el paso de los años, pertenece la película Tasio, la ópera prima del cineasta navarro Montxo Armendáriz, que este año cumple sus 40 en plena forma.

Más que una película es todo un manifiesto en forma de cine a favor de la vida que cada cual elija por mucho que no sea la que otros esperan. Una hermosa historia de amor y libertad, de reconocimiento a todo lo que la naturaleza nos da. Una película a contracorriente que derrocha honestidad y poesía. Mucho ha llovido desde que el cineasta de Olleta se lanzara a la aventura de su primera película, un proyecto que no fue fácil de hacer y que costó financiar. Pocos creían entonces en ese canto a la naturaleza y a la libertad. Una reivindicación del mundo rural que en estos tiempos, de tanta amenaza, conviene recordar.

Pero en aquella época costó conseguir el dinero para producirla y fue gracias a Elías Querejeta y a la ayuda del Gobierno Vasco como esta cinta, rodada en Navarra, consiguió llegar a las salas. Tristemente hay aspectos que no cambian con el tiempo, porque estamos en un momento en el que cada vez es mas complicado hacer películas desde una mirada arriesgada y diferente. Y no siempre las instituciones locales están a la altura. El caso es que Tasio, a sus 40 años, es ya una obra fundamental de nuestra cinematografía y lo que es más importante, podrán verla de nuevo en cine las nuevas generaciones porque ha sido restaurada por la Filmoteca Vasca. Su reestreno será en la sección Classics del próximo Festival de Cannes este mes de mayo y ya en septiembre inaugurará la sección Klasikoak en la 72ª edición del Festival de San Sebastián, precisamente el certamen donde se estrenó hace 40 años. Allí, en Donosti, estuvo en 1984 Anastasio Ochoa Ruiz (Tasio), el carbonero y cazador furtivo de Zúñiga en cuya vida se basa la película.

Él pudo asistir al estreno y entre cámaras y prensa reconocía que había sido “completamente feliz” y que si volvería a nacer “haría exactamente lo mismo”, vivir en el monte, a su aire, más alegre e ilusionado que los que habían decidido ir a la ciudad. 40 años después, su director, Montxo Armendáriz, reconocía esta semana que la historia sobre la vida del carbonero “ha cobrado de nuevo sentido”, porque la filosofía con la que vivió Tasio “choca con lo que ha hecho la especie humana, que es destrozar el equilibrio natural con un neoliberalismo atroz que todo lo mercantiliza”. No le falta razón.