Leí el otro día que le habían dado a Navarra su primera bandera azul por el fantástico estado de una playa. Yo desconocía que la playa de Lerate en el pantano de Alloz era considerada como tal y pensaba que las únicas playas realmente navarras son las de la Concha, Gros, La Zurriola, Zarauz, Hondarribi, Getaria, Hendaya, Biarritz, etc, que dejamos que se crean los guipuzcoanos y los labortanos que son suyas pero más que nada para que nos las cuiden a cargo de sus presupuestos y las tengan apañadas cuando la realeza navarra queramos ir para allá a echar unos orines, que diría Txumari Alfaro. Pero resulta que sí es playa, la de Lerate, así que enhorabuena por la distinción, que seguro que le va a reportar aún más visitantes de los que ya tiene. Hoy va a ser día de playa y quien pueda que lo aproveche, porque los pronósticos para la semana que viene anuncian poco menos que el invierno de nuevo, así que hay que dejarse de perezas quien pueda y quiera y acercarse hasta nuestros antiguos aposentos a darse un poco de crema y pegarse unos chapuzones. Creo que lo tenemos bien merecido. En primer lugar, porque los años, los cursos, se hacen largos y llegar a mayo, cuando ya tenemos opciones de cosas así, cuesta muchos meses de tos, mocos y la cabeza metida dentro de la capucha. Y, en segundo, porque llevábamos casi un mes sin primavera, con temperaturas cuatro o cinco grados más bajas de lo normal y el pelete en el cuerpo. Claro, luego pasas de 12 a 28 en 3 días y la sensación que tenemos es que haga 40 grados, cuando 28 es una temperatura maravillosa para pasar el resto de nuestras vidas. Asomen la nariz a las ventanas, vayan a los parques donde juegan felices los niños, peleen por un trozo de playa en nuestros condominios guipuzcoanos y franceses. O llenen las terrazas y paseos de esta vieja ciudad. Playa no tenemos, pero el sol de mayo en Pamplona es una bendición.