Nuestra hija pequeña de 4 años debutó con diabetes tipo 1 en 2021. Esta es una enfermedad para toda la vida, por lo que son muy importantes su nivel glucémico y su bienestar emocional. Así que lo primero fue dejar mi trabajo y, aunque hemos tenido mucha suerte con sus profesoras, controlar la glucosa de nuestra hija conlleva estar pendiente del móvil indicándoles los pasos a seguir todas las mañanas. Ellas hacen un esfuerzo que dista mucho de lo que deberíamos demandar al personal docente.

A ningún otro gremio laboral se le exige responsabilizarse de la salud de sus compañeros y esto es una injusticia tremenda. Pero también es muy injusto que nuestra hija no pueda asistir a su jornada escolar completa debido a que, a la tarde, solo hay una profe, diferente a la de la mañana. Una persona con 24 niños de 4 años con sus distintas casuísticas hace imposible percibir una hipoglucemia de nuestra hija y la consecuencia puede ser un coma hipoglucémico. Por ello el/la enfermero/a escolar es tan importante, ya que su ausencia supone una discriminación y una vulneración del derecho universal a la educación de mi hija que no está en igualdad de condiciones. 

Así que, a todos los políticos, Consejerías de Salud y Educación, por favor, pónganse las pilas con la enfermería escolar porque se llenan la boca con la palabra inclusión pero, lejos de ser una realidad, es una quimera que les sirve para conseguir votos mientras cientos de menores se ven día a día discriminados por una patología que ellos no han decidido tener.