Aunque casi todas las opiniones son respetables, no deja de asombrar las críticas vertidas contra la aplicación del VAR en los últimos días. Una aplicación tecnológica al servicio en la inmensa mayoría de los casos de la justicia en el fútbol y en cualquier otra disciplina deportiva.

¿Qué pensarán ahora los futbolistas de la selección de Irlanda, que, en un partido contra Francia para la clasificación del Mundial de 2010, la famosa mano de T. Henry dejó a los de Trapattoni sin opciones de seguir compitiendo? Y podríamos seguir con muchísimos ejemplos. Sin ir más lejos, los dos jugadores de Osasuna que fueron expulsados en Valencia y que el VAR rectificó al trencilla. Ese es su principal cometido. Rectificar los errores arbitrales.

No cabe duda que debe mejorarse la capacidad tecnológica del VAR con la implantación del procedimiento semiautomático o con cualquier otra que coadyuve a una correcta interpretación de las jugadas dudosas. Pero el VAR -aunque les moleste a algunos- ha venido para quedarse. Para eliminar los goles fantasma, los tramposos, los fueras de juego inexistentes… Por fortuna para los aficionados y el deporte en general.