Si hubiera tenido la suerte de vivir en los tiempos de Erasmus para viajar y estudiar como universitario, hubiera elegido Italia sin ninguna duda como primer y único país y allí aprender a esculpir mármol, piedra, madera o masilla de goma de borrar o barro, pero Italia, mi querida Italia, donde la belleza trabajada está por todas partes; la belleza natural también, como en mi tierra, pero sin el toque genial de la sensibilidad del hombre o mujer. Como para un astrónomo somos polvo de estrellas, en Roma o Florencia somos polvo de mármol, viruta de roble o manzano, sueño de piedra o viento de estatua, reflejo de fuente o salto de luz. 

Algunos hemos nacido a destiempo y pasamos una envidia terrible, sana, pero envidia, algo así como los patinetes de ruedas que llevan hoy los patinadores, las bicis, las tablas de surf y los neoprenos. Lo peor de todo es que muchos jóvenes no aprecian lo que tienen y es una pena, porque más de uno no hemos nacido con eso. A pensar, chavales, que el tiempo pasa volando y como te descuides no lo vas a disfrutar.