A modo de miguitas de pan se han producido distintas declaraciones de líderes europeos, para ir mentalizando a los europeos sobre la guerra en este continente. Desde febrero del año pasado, el secretario general de la OTAN manifestó “la preparación de esta organización para una guerra a largo plazo con Rusia”.

Le siguieron Macron, Von der Leyen, Scholz, entre otros, durante este periodo de tiempo, pronunciándose en el mismo sentido para realizar inversión armamentística, tanto en el incremento sobre el PIB y la innovación de armas, todos ellos abogando por defender el flanco oriental del viejo continente. Los europeos, salvo en los Balcanes, no conocemos la guerra, ni tampoco estamos preparados para un conflicto bélico. Las últimas declaraciones de la presidenta de la Comisión Europea, acerca de “pedir a los países de Europa prepararse ante la posibilidad de una gran guerra”, pone blanco sobre negro las miguitas dejadas en el camino. No sabemos si las declaraciones de Trump, y su posible llegada al despacho Oval, están influyendo en estas manifestaciones de los políticos europeos para llevarnos a una especie de economía de guerra. A diferencia de la pandemia, que llegó por sorpresa, este posible conflicto bélico estamos siendo educados, porque las sanciones económicas al régimen de Putin no han surtido el efecto deseado.

En lugar de relanzarnos como potencia industrial, hablamos de guerra abiertamente. ¿Y los fondos europeos, dónde están? Este nuevo siglo XXI comienza como la mayoría de los anteriores, donde los tambores de guerra nunca dejaron de sonar. La enorme diferencia con respecto al pasado es la potencia de fuego actual, así como la rapidez y la IA, que, sin duda, pueden ser los posibles protagonistas de este hipotético conflicto. En definitiva, estos locos años 20 seguimos sin levantar la cabeza, ya sea por covid-19, inflación, y ahora el tronar de los tambores guerreros. La diversión y el bienestar, al parecer, siguen haciéndose esperar, al seguir repitiéndose los mismos errores del pasado.