Recientes estudios demoscópicos, basados en los últimos comicios celebrados en el mundo, demuestran que el voto femenino, de momento, resiste el ímpetu de la derecha extrema. En España, afortunadamente, también. Mientras el apoyo a partidos ultraderechistas principalmente viene de hombres -el doble que mujeres-, ellas en su mayoría votan a partidos de centroizquierda o izquierda.

Menos mal que las mujeres tienen cabeza y, mientras ven y comprenden la amenaza real a los derechos conquistados que representan los ultras, saben quiénes se preocupan por lograr la igualdad y dónde se halla la empatía, la sensibilidad, la justicia social, el progreso, la grandeza moral, el debate inteligente y las libertades.

En Argentina, aunque por poco, fueron mayoría las mujeres que votaron a Massa, insuficiente ante el maremágnum del voto viril a Milei. Otro reducto al ascenso de la derecha extrema lo conforma la gente mayor, perfecta conocedora de lo que realmente son. Hay que insistir: “Al diente de la serpiente: ¡cierra la muralla!”.