Barcelona rindió homenaje ayer a las víctimas de los atentados terroristas yihadistas que tuvieron lugar hace cinco años en La Rambla y en Cambrils y que provocaron la muerte de 16 personas y heridas de diversa consideración a otras 155 de 34 nacionalidades distintas. La conmemoración de este quinto aniversario del 17-A estuvo caracterizada por la sobriedad, la división y la polémica por la exigencia persistente en sectores de la sociedad catalana de que se lleve a cabo una investigación que conduzca a conocer “la verdad” sobre lo sucedido y la irrupción del minuto de silencio por gritos de decenas de personas incidiendo en esa misma demanda. Esta demanda supone poner en cuestión la labor policial y judicial llevada a cabo hasta ahora, alimentando lo que otros sectores denominan “teoría de la conspiración”, que cobró fuerza tras la publicación de informaciones referidas a la relación del presunto ideólogo del atentado, el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, con el CNI. Se trata de graves acusaciones que, al menos de momento, no tienen sustento en las investigaciones, pero cuya sombra sigue pendiendo sobre los hechos y las propias víctimas. Unos gritos de protesta de los que se desmarcaron los partidos catalanistas que ensombrecieron el breve acto de memoria y reconocimiento a las víctimas –de hecho, llegaron a enfrentarse con familiares que les recriminaron su actitud y protagonismo–, celebrado en las Ramblas. En este contexto, este quinto aniversario de la masacre resultó desangelado, sin gran presencia institucional, ni el jefe del Estado ni el presidente del Gobierno acudieron, y sin una movilización ciudadana acorde a la memoria de los hechos. Una conmemoración casi marginal. Un aniversario más en el que las víctimas, que no ocultan su frustración y decepción, llevan días denunciando su situación de desamparo, al igual que en aniversarios anteriores, y que sienten que, además del desgarro inicial y la utilización y división política que supuso el atentado perpetrado en medio de una gran tensión a solo mes y medio del referéndum independentista del 1-O están condenados al abandono. Sin olvidar que están en el aire las indemnizaciones que les corresponderían al no juzgarse a ningún autor material de los crímenes. Las víctimas y también la sociedad merecen toda la verdad, el reconocimiento y la solidaridad, sin olvido y sin instrumentalizaciones de ningún tipo, ni mediante la ocultación de información ni mediante teorías conspirativas.