Asistimos a un momento importante en relación a la Memoria Histórica. La derecha y la ultraderecha llevan tiempo embarcadas en su “guerra cultural”, que no es otra cosa que provocar la polarización social, embarrando el debate público y atacando cuestiones claves sobre las que tanto la sociedad como sus instituciones habían logrado un consenso mínimo en base a principios básicos. Tras asaltar temas como la igualdad de género o la diversidad lingüística ahora toca el tema de la Memoria Democrática. Comunidades gobernadas por el PP y Vox están cumpliendo sus programas electorales derogando leyes, desmontando estructuras, “resignificando” conceptos y en el fondo, negando la barbarie que supuso el golpe de estado y la larga dictadura franquista.

Navarra en cualquier caso ha sido y es un ejemplo positivo. Lo ha sido por la cadencia de compromisos que han ido pasando el testigo de la sociedad civil (con las asociaciones memorialísticas, además de otros agentes) a las entidades locales, al Parlamento y finalmente al propio Gobierno de Navarra, que, desde al menos 2015, ha configurado una estructura sólida de trabajo en muchos ámbitos (documentación/oroibidea, exhumaciones, educación, simbología…) arropada también por todo un amplio andamiaje normativo. Ahora toca no solo no dar ni un paso atrás sino seguir dándolos hacia adelante, porque quedan cuestiones importantes pendientes, como el Monumento a los Caídos y su necesario derribo. Hablar de Memoria no es hablar de pasado, sino de futuro, de sentar las bases para una sociedad más democrática y respetuosa con los derechos humanos para las nuevas generaciones. Eso es lo que está en juego.