Lo que a partir del 24 de agosto ocurrirá en Biarritz está acaparando una deficitaria atención mediática y pocas personas conocen lo que allí, y en esas fechas, va a celebrarse. A salvo de la expectación y alarma que estamos consiguiendo generar desde el movimiento popular gracias al esfuerzo de muchas personas volcadas en denunciar lo que un año más va a suceder, esta vez en la ciudad de Iparralde, el silencio conscientemente generado por el sistema es descomunal. Y las pocas informaciones sacadas a la luz, del todo distorsionadas. La peligrosidad de esto anterior no es baladí, pues una vez las siete potencias económicas occidentales se reúnan y den rienda suelta a su ingeniería neoliberal, nadie podremos ya escapar de sus consecuencias ni, por supuesto, a nadie nos serán indiferentes. Los máximos dirigentes de Estados Unidos, China, Rusia, Alemania, Italia, Francia y Reino Unido -acompañados de una representación de la Unión Europea y otros invitados como África o el presidente del país anfitrión- se encontrarán en Biarritz para perfilar y pulir una agenda que imponer al mundo centrada en garantizar y aumentar los beneficios de las grandes empresas transnacionales y sus expolios de lo común y público, así como en la búsqueda de nuevos nichos que explotar para continuar perpetuando los privilegios de los que gozan las élites en detrimento de la mayoría social.
Sabemos que esto será así y ninguna duda albergamos acerca de sus intenciones. El hecho de que el capitalismo se encuentre en crisis y que este año la cumbre del G7 venga marcada por las diferentes prioridades que sostienen Estados Unidos por un lado, y el resto de potencias por el otro, en absoluto significa que los siete países no vayan a lograr alcanzar acuerdos a gran escala que sigan poniéndonos en peligro como personas sujetos de derechos y libertades. Tienen frente sí el reto de rediseñar un proyecto capitalista que esquive los obstáculos con los que ya ha chocado el anterior, supere los límites medioambientales y se sustente en premisas diferentes a la del carácter ilimitado de los recursos; premisa que ya se ha demostrado sobradamente fallida, falaz y, sobre todo, peligrosa para nuestra existencia. La amenaza climática y la cada vez mayor escasez de recursos naturales obliga a las potencias neoliberales a la innovación y les conduce a la búsqueda de nuevas fórmulas capitalistas o a la profundización en otras ya experimentadas, ahondando así en estrategias ya conocidas y aplicadas en mayor o menor medida hasta ahora, como son la expansión privatizadora de servicios públicos, la proliferación de tratados internacionales que refuercen la capacidad de incidencia del poder económico y limiten el de los estados como sujetos políticos y democráticos y el de los pueblos, el aumento de las políticas de seguritización y de criminalización hacia las personas migrantes...
La imagen que desde el propio seno del grupo G7 se traslada al mundo rezuma demagogia a espuertas. Muestra de ello es la única agenda que hasta el momento han hecho pública para la próxima cumbre que se celebra en Biarritz; una agenda que aseguran estar centrada en la "lucha contra las desigualdades", como si las desigualdades patentes en nuestra sociedad fueran una consecuencia natural del devenir y nada tuvieran que ver con las decisiones políticas influenciadas por las élites económicas que estos países diseñan y después ordenan aplicar. Buscan ofrecer una visión amable de sí mismos que les permita obtener esa legitimación que la sociedad hace tiempo venimos restándoles, pues además de las nefastas consecuencias que para la mayoría tienen sus decisiones, toda la logística y millonaria infraestructura que trae consigo la celebración de estas reuniones resulta un despropósito en sí mismo. Además, no podemos olvidarnos de las vecinas de las ciudades en las que recae la organización de cada G7, las cuales han de soportar cómo se militarizan sus calles, cómo son obligadas a identificarse para poder acceder a su vivienda o su puesto de trabajo y, en definitiva, cómo sus libertades públicas y derechos como ciudadanas resultan desproporcionalmente mermadas. Tampoco pasarán nunca al olvido los violentos episodios protagonizados por las fuerzas policiales contra los movimientos antiglobalización y contra todos aquellos que aúnan sus fuerzas y se organizan en aras de procurar evitar la celebración de la cumbre; episodios que han acabado injustamente con la vida de más de un militante.
La crisis ecológica, social, humanitaria y política a la que las nos ha abocado el modelo neoliberal, heteropatriarcal y neocolonial que estas siete potencias defienden merece una respuesta contundente por parte de la sociedad. Una respuesta en términos constructivos, que supere la mera crítica y sea capaz de demostrar que otro mundo es posible. Sus recetas no sólo nos disgustan, sino que se han demostrado del todo ineficaces para gestionar nuestro planeta y nuestras vidas.
Por eso, desde Euskal Herria los diferentes colectivos que integramos la Plataforma G7-Ez! animamos a la ciudadanía a levantarse frente a la celebración de esta cumbre, a participar de los actos que tendrán lugar en Irún a partir del 21 de agosto y a seguir tejiendo alianzas que nos permitan avanzar en la construcción de un modelo de todas, para todas.
La autora es miembro de la Plataforma G7-Ez! de Iruñea