Mientras que, en el horizonte del tiempo, la transición verde y la descarbonización dialoga con la economía y la industria, la polifonía y el simbolismo de los discursos que nos visitan pretenden acompañarnos a cualquier lugar por el que discurramos. Como es el caso de todo el paquete de leyes que viene aprobando el Gobierno de coalición. Y donde la ley trans con su autodeterminación de género convierte en realidad, quién se lo iba a figurar, la fábula de que un hombre pueda gestar e incluso pueda abortar libremente estando dentro del periodo de 14 semanas.

Con ello nos encontramos en el escenario de nuevos relatos. Y de entre ellos, la historia del índice de fertilidad caminando hacia abajo, y muy lentamente, por un desfiladero que nos lleva a dos salidas: o se tienen más nacimientos (inclusive integrando más inmigración) o seguiremos percibiendo cómo nuestra población se reduce cada vez más. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la tasa de fertilidad en España es muy baja, de 1,19. Como lo es también en Italia (1,24), Grecia (1,39) y Portugal (1,40). Además, nuestro país padece una de las brechas más altas de Europa, entre el número de nacimientos habidos y el deseado. Y de una licencia por maternidad bastante corta (16 semanas) dentro de los países de la OCDE.

La realidad nos muestra que la naturaleza de la mujer y el hombre no es adversa a tener hijos. Sí que lo pueden ser las circunstancias y el paso del tiempo que transcurre sobre estas. El tiempo que transcurre para llegar a cierta solvencia económica o alcanzar la conciliación de la vida familiar y laboral; y que transcurre sobre el desempleo, el empleo discontinuo o temporal, la emancipación tardía, la falta de oportunidades, etcétera.

En esta línea, la nueva ministra italiana, Giorgia Meloni, llevaba el punto “apoyo a la natalidad y a la familia” como uno de los más relevantes de su programa electoral. Sin embargo, no se trata solo de promesas o políticas de natalidad. Se trata de que, entre esos paquetes de leyes de nuestro Gobierno, se establezcan con políticas estables las circunstancias favorables para que ese paso del tiempo no exista en la senda de la fertilidad.

Tantas leyes sin una tan esencial. Que además se correlaciona con la que actualmente se está tramitando en el Congreso de los Diputados, la Ley de Movilidad Sostenible. Al contribuir con ella a una mejor calidad de vida en materia de transporte urbano, metropolitano y de viajeros por carretera, frente al reto demográfico, el desempleo, la vulnerabilidad social, la despoblación, o en definitiva la pobreza del transporte público. Ya que en el escenario de la movilidad por asfalto el paisaje está cambiando.

La necesidad de la transición verde y la descarbonización ha conducido a que la UE haya presentado el plan industrial Green Deal para la fabricación de productos y tecnologías cero emisiones, y a la prohibición de coches de combustión a partir de 2035. Pero, aunque este plan y prohibición suscite dudas de cumplimiento para las fechas previstas, el diseño y planes urbanísticos de las ciudades están cambiando en favor de más zonas peatonales, y, en el empuje de la alcaldesa de París, Anne Hidaldo, con el ideal de reconquistar la ciudad para los ciudadanos. Además, el encanto del coche personal está perdiendo narrativa. Moverse con él sale más caro, las compras por internet merman su uso, y la utilización de las aplicaciones de movilidad y transporte pueden ser más rentables.