Pasó el 12-M y todas las incógnitas han quedado despejadas abriendo así un nuevo ciclo para Catalunya y también para España.

Hay una anécdota que refleja que la suerte de Pedro Sánchez permanece intacta. A las 22.03 se informaba que el PSC perdía un parlamentario en Lleida en beneficio de Junts y evitaba así que la posibilidad de un tripartito, PSC-ERC-Comuns, se pudiera dar, se temió que esa suerte habitual de Sánchez hubiera terminado. Pero pocos minutos después pudimos entender que eso no era posible al darse la vuelta y caer definitivamente del lado socialista.

Fueron instantes de tensión, de zozobra, porque ese dato podía cambiar lo que sucediera a partir de ese instante. Las caras de los dirigentes de Junts al aparecer lo dijeron todo, su estrategia se venía abajo por ese disputado escaño de Lleida.

El análisis de este 12-M da para mucho y se puede resumir en seis aspectos.

La victoria incuestionable es para el PSC de Illa y Sánchez, demostrando de paso que la política de negociación y pacto es refrendada por la ciudadanía.

La batalla en el independentismo se decanta claramente hacia Junts frente a ERC.

Ese independentismo sufre un descalabro histórico pasando del 74 a 61 de 2021 al 61 a 74 de ahora, justo el resultado contrario.

La posibilidad así de un acuerdo transversal, un gobierno tripartito PSC-ERC-Comuns es posible al sumar 68 escaños.

La batalla en la derecha estatal se decanta claramente hacia el PP que obtiene un gran resultado al multiplicar por cinco el anterior.

La extrema derecha catalana no ha cumplido tampoco sus expectativas y se queda en un mediocre resultado a pesar incluso de la debacle de la CUP.

La incógnita ahora es qué se puede hacer con este complejo resultado. Sólo existen dos posibilidades, que un destructivo Puigdemont se salga con la suya y les lleve a unas nuevas elecciones con resultado más incierto aún.

Ahora anuncia que va a presentar su candidatura a sabiendas que en el mejor de los casos y habrá que verlo, sacará 61 votos frente a /4. El caso es liarla y ziriquear, lo único que sabe hacer.

Pero habitualmente la sociedad castiga a quien destruye obligándoles a pasar de nuevo por las urnas, o sea, que puede llevar una sorpresa monumental de hacerlo así.

La opción positiva es que se alcance un acuerdo entre PSC, ERC y Comuns, que permita gobernar a Illa o bien con un tripartito, o con gobierno en solitario y apoyo externo.

Desde luego, el mayor peligro lo tiene ERC que podría sufrir un mayor desgaste hasta dejarle en la extenuación. De hecho la retirada definitiva de Pere Aragonés augura tensiones internas fuertes.

Puede ocurrir que la habilidad política de Sánchez conduzca a un acuerdo que permita a Illa gobernar, especialmente si ofrece soluciones al tema fiscal y económico, la pela, incluso si decide explorar soluciones constitucionales a la demanda mayoritaria del pueblo catalán de ejercer su derecho a decidir. El artículo 92 de la actual Constitución permite con interpretaciones flexibles hacerlo, aunque fuera solo a título informativo y no decisivo.

Los partidos independentistas tienen que tener en cuenta que con nadie les puede ir mejor que con Sánchez. La alternativa con un gobierno PP-VOX en La Moncloa sería terrible, palo y tentetieso en dosis masivas. Depende de ERC que eso se pueda consolidar. En su interior conviven dos almas, la independentista y la de izquierdas, la pragmática y la que no lo es. De cuál resulte vencedora depende el futuro de ellos, de Catalunya y de alguna manera de España.

Si hay acuerdo con el PSOE, sea el que sea, les permite cuatro años de tranquilidad para restañar las heridas de este 12-M, consolidar nuevos liderazgos y fortalecerse en su confrontación con un Junts herido, cuyo líder no aguantará cuatro años más de zozobra.

Puigdemont ha resistido seguro de que hoy alcanzaría la presidencia de la Generalitat y no ha sido así. Sólo le queda la esperanza de una repetición electoral pero de no ser así será devorado por sus propios seguidores.

El 12-M ha pasado ya, el futuro de Catalunya será lo que decida ERC y Pedro Sánchez si decide poner toda la carne en el asador.

La legislatura anterior en España fue la de lo social, la actual puede y debe ser la de lo territorial, la de solucionar de una vez por todas las tensiones centro-periferia heredadas de la Transición. Los resultados en Euskadi y en Catalunya dan para hacerlo. Sánchez tiene la valentía suficiente para consolidarlo una vez que la suerte le ha vuelto a sonreír de nuevo. Veremos.

El autor es exconcejal y parlamentario del PSN-PSOE