Jordi Juan (L’Hospitalet de Llobregat, 1963) es director de La Vanguardia desde marzo de 2020. Su nombramiento se produjo 13 días antes de decretarse el confinamiento a causa de la covid. Un aterrizaje imposible de olvidar para un hombre muy curtido en la prensa diaria, preámbulo de dos años cargados de impactos informativos. Repasamos con él la actualidad política, que recobra intensidad y relevancia pública una vez finalizado el verano. 

Vivimos una etapa apasionante y muy compleja para el periodismo, los cambios se suceden sin posibilidad de reposarlos. 

–Se superponen unos a otros, hay una transformación digital no solamente en el periodismo, sino en la calle, en los hábitos de consumo y comportamiento de la gente, la revolución producida por el cambio climático, con todas sus consecuencias, los problemas derivados de la guerra, la inflación... Creo que la sociedad en general está viviendo una situación de cierta angustia y cierto despiste sobre hacia dónde vamos y dónde nos encontramos. Todo cambia continuamente y ello provoca que se improvise mucho y se viva demasiado al día, porque no sabes muy bien qué te vas a encontrar próximamente.

Aquí comienza un curso político marcado por las futuras elecciones. 

–Este clima de inestabilidad e incerteza se traduce en el comportamiento electoral. Las encuestas hoy se equivocan más que nunca porque la gente es volátil. Un día dice una cosa y al cabo de 15 días otra. Algunas empresas de sondeos reconocen que la gente no tiene recuerdo de voto, no se acuerda de a quién votó...

Lo cual es muy curioso.

–Sí, el votante ya no es tan fiel, hay estudios electorales de gente que ha podido votar a Podemos y a lo mejor en la siguiente a Vox. No tiene mucho sentido, pero son reacciones del mundo que vivimos, de personas que votan más ‘en contra de’, y por eso no tiene nada que ver su voto actual con el de hace cuatro años. Con esta volatilidad es difícil hacer un pronóstico de lo que puede pasar.

Discrepa entonces con aquellos que se aventuran a dar por muerto políticamente a Pedro Sánchez. 

–Él ya ha demostrado sobradamente que es difícil matarlo, tiene muchas vidas y capacidad de resiliencia. Por este carácter que le ha marcado en toda su vida, a diferencia a lo mejor de José Luis Rodríguez Zapatero, que en una época un poco parecida a la actual, en la que el PP podía ganar, al final el PSOE iba con ánimo perdedor. El discurso de Pedro Sánchez es que va a hacer lo imposible para ganar las elecciones como sea.

¿La clave para sus opciones es que el Gobierno conserve la iniciativa?

–Sí, y es lo que está haciendo, e incluso variar el discurso, decir una cosa y la contraria. Ahora, desde la derrota de Andalucía se ha sacado de la manga ese discurso sobre los poderosos, de que él gobierna para la gente más desfavorecida y en frente pone al PP como el partido de las clases ricas. Ese es el frame. El segundo es presentar a Feijóo como un candidato flojo, que no tiene conocimiento de las cosas y que no está preparado. Pero el más importante es un discurso mucho más de izquierdas y progresista de cuidado que viene la derechona.  

“Putin hizo una jugada muy errática y horrible con la invasión y sigue coherente con su línea. De él no se puede esperar otra cosa”

¿Para Sánchez es más fácil confrontar contra el modelo de Ayuso que contra el de Feijóo?

–Feijóo es un candidato más complicado que lo que podía ser Pablo Casado, alineado un poco en las tesis más populistas de Díaz Ayuso. Feijóo viene con un discurso de un gestor, que ha ganado cuatro mayorías absolutas en Galicia, y tiene una capacidad probada. Ese discurso es más centrista y más moderado que el de Casado, que en algunos momentos parecía que estaba en posiciones como las de Vox. 

También se aprecia que Feijóo ha salido de su zona de confort. ¿Está todavía en rodaje? El contexto interno global en sus filas es mucho más complicado que en el PP gallego.

–Tiene que acostumbrarse a pasar de ser presidente de la Xunta, a aterrizar en Madrid y ser el líder de la oposición. No tiene nada que ver. Es un cambio muy importante, y eso se nota. Aparte está el cambio físico, que parece una tontería, pero no lo es: acostumbrarte a vivir en una nueva ciudad, aun estilo de vida totalmente diferente, y a un enfoque. Eso necesita un tiempo. Él transmite una imagen de serenidad y tranquilidad, pero en ciertos puntos da un poco la sensación de que oye, si gano las elecciones fantástico, pero si no, no pasa nada, mi vida no se acaba si no soy presidente. En cambio, enfrente tiene a Pedro Sánchez que mata por seguir en la Moncloa. Habrá que ver los próximos meses cómo se transmite esto al electorado. Hasta qué punto Alberto Núñez Feijóo tendría que cambiar un poco el discurso para aparecer con más entusiasmo.

Sánchez se enfrenta, y ya es recurrente, a ciertos barones, y sobre todo necesita que el proyecto de Yolanda Díaz carbure.

–Si no los números no le van a salir. Si un buen resultado del PSOE es a costa de Podemos, se puede encontrar con que no tenga mayoría para poder gobernar. Por eso, es importante que también le vaya bien a ese espacio. Es uno de los riesgos, en mi opinión, de esta campaña menos centrista de Pedro Sánchez y más buscando el voto de la izquierda, con este discurso contra los poderosos. Igual puede ganar votos de Unidas Podemos, pero lo que a él le interesaría es ganarlos de gente susceptible de estar en el centro que votaba a Ciudadanos y que puede votar al PP.

“En la época final de Zapatero el PSOE iba con ánimo perdedor. Ahora el discurso de Sánchez es que va a hacer lo imposible para ganar”

Se acerca el quinto aniversario del 1-O, y el asunto, como un culebrón, es si el actual Govern puede continuar. De nuevo vuelven los tambores de que la grieta es enorme.

–Junts y sus marcas anteriores y Esquerra llevan muchos años en una competencia por liderar el independentismo catalán. Todos los movimientos en los últimos años siempre han sido mirándose de reojo. Incluso la candidatura unida de Junts pel Sí, en las elecciones previas a la declaración de independencia también estaba marcada por estas diferencias y este escepticismo entre las dos partes. La situación ha llegado a un extremo en el que costó mucho formar el Gobierno actual en Catalunya. Al final el impulsor del pacto fue Jordi Sànchez, que ya no está. El inspirador de Junts, Carles Puigdemont, no quería que Junts entrase en el Gobierno. El problema que hay ahora es que Jordi Turull se ha comprometido a hacer una consulta a las bases para ver si se sigue en el Gobierno, y en este momento es posible que el resultado fuera salir. ¿Tiene razón Junts? Strictu sensu, si hacemos caso del acuerdo de Gobierno, es verdad que ahí planteaban una serie de decisiones y medidas para avanzar hacia el proceso de independencia que Esquerra las tiene congeladas. Es un problema de tiempos, de velocidad. Y luego está la mesa de diálogo. 

Francesc-Marc Álvaro, columnista de su diario, cree que “no hay coraje para hablar más claro a las bases”, y que es imposible un nuevo embate unilateral” e “improbable una negociación de altura en la mesa de diálogo”.

–Esquerra ha forzado la mesa de diálogo, y aunque no lo quieren reconocer públicamente, le va bien que Junts esté fuera de esa mesa. Para Esquerra ya es un éxito político que el Gobierno de España se siente a negociar, que reconozca que hay un problema y que hablen de que en un futuro esto tendrá que terminar de alguna manera u otra en algún tipo de consulta, que no tiene por qué ser un referéndum de independencia, sino para una nueva reforma del Estatut o para el encaje de Catalunya en España de forma diferenciada. Esto está por ver y quedan muchos años. Esquerra está en fase de trabajar esto a velocidad de tortuga. Lo que le interesa sobre todo es consolidarse en el poder y como líder del independentismo en Catalunya.

Para su predecesor en el cargo, Màrius Carol, Rajoy “pensó que el problema catalán se iba a resolver solo”. Sánchez tiene ese riego de cierta indolencia. 

–De momento ya ha hecho una cosa que tiene mucho valor: los indultos, porque han introducido mucha más tranquilidad en Catalunya y hay mucha menos tensión que en años anteriores. Ha sido un movimiento valiente, muy contestado en algunos puntos de España, pero que tiene su mérito. La mesa de diálogo también, porque en los tiempos de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno de España no se hizo ningún paso para evitar lo que pasó en Catalunya. Siempre he defendido que mucha culpa de lo que ha sucedido la tienen evidentemente los partidos independentistas catalanes, porque fueron los que llevaron al país a la situación de casi ruptura, pero sobre todo porque en el otro lado no hubo ningún intento serio, responsable, de actuar con la política, con ‘P’ mayúscula, e imaginar una salida. Piense que todo este malestar en Catalunya se inició con un presidente socialista, José Montilla, que ya advirtió contra la desafección que podía haber. Montilla no es un nacionalista radical independentista. Había un sentimiento en Catalunya de malestar, y aquí lo que tenía que hacer el presidente del Gobierno era actuar con conciencia y tratar de mitigarlo buscando una solución, una salida. No lo hizo, no hizo nada. Y se alimentó el independentismo hasta llegar al extremo de que el Parlament de Catalunya hiciera una declaración de independencia.

“Esquerra está en fase de trabajar una consulta a velocidad de tortuga. Le interesa consolidarse en el poder y de líder del independentismo”

Hablemos de Europa. Países aliados de Putin han mostrado incomodidad ante la continuidad de la guerra. La respuesta del mandatario ruso apunta a aumentar la movilización militar. Es tremendo. 

–Sí, por desgracia Putin es coherente, porque hizo una jugada muy errática y horrible, invadir el sur de Ucrania, cuando todo el mundo pensaba que eso no iba a suceder nunca. Y ahora, en un momento de debilidad, podía plantearse buscar una solución pacífica, algún tipo de armisticio, pero sigue coherente con su línea agresiva y equivocada de ir hasta el final. De Vladimir Putin no se puede esperar otra cosa, y aquí hay sembrados muchos interrogantes sobre cuál será el comportamiento de la sociedad rusa. Estamos empezando a ver cosas que eran impensables hace pocos meses, como que haya manifiestos de políticos rusos en contra de la guerra, y un cierto malestar en la cultura rusa, de gente que se está pronunciando abiertamente en contra, y si al final se produce una leva masiva de jóvenes rusos, esto va a generar un gran malestar en Rusia. Veremos qué consecuencias puede tener. Meses atrás le hubiera dicho que veía difícil que Putin pudiera caer por una protesta interna. Hoy ya tengo más dudas.

Quizás de Putin no se podía esperar otra cosa, aunque no se viese venir. Lo que sorprende en ciertos ámbitos políticos es que Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, tenga un discurso tan belicista. Se echa en falta mayor empuje diplomático.

–Sí, pero es verdad que se intentó mucho. Recuerdo los viajes de Macron, de otros dirigentes europeos y del propio Borrell tratando de llegar a acuerdos con Putin y fue imposible. La vía belicista no es buena, pero hay que plantearse qué habría pasado si Occidente no hubiera apoyado a Ucrania. Es posible que en este momento Rusia habría invadido toda Ucrania y quién dice en un siguiente paso que no se planteara que como había sido fácil invadirla y cumplir sus objetivos, siguiera invadiendo otros países de Europa. La guerra va a ser larga, llevamos siete meses, puede que dure mucho más tiempo, y nos falta perspectiva para analizarla con la mirada de historiador. Pero si Occidente no hubiera apoyado a Ucrania, seguramente la situación sería mucho peor. 

Este domingo se celebran elecciones en Italia. Es más que significativo y un posible punto de giro muy sensible en el ecosistema europeo si la ultraderecha obtiene el poder.  

–Sí, parece evidente que va a ganar la ultraderecha y que no hay alternativa. Y venimos de unas recientes elecciones en Suecia donde la ultraderecha ha desplazado al partido conservador, le ha pasado por delante. Hablamos de Suecia, cuna de la socialdemocracia europea. Ahora tenemos un problema en Italia, los resultados  históricos que consiguió Le Pen en Francia, el caso de España con Vox... es decir, esto es un fenómeno general y en una situación difícil general, económica, social e ideológica, aparecen populismo que consiguen convencer a los ciudadanos de que pueden tener una mejor receta que los partidos tradicionales. Italia es un caso clarísimo. Ahora lo más significativo es ver por cuánto gana, y segundo, hasta qué punto Meloni una vez llegue al poder influida seguramente por Forza Italia y por Europa rebaja su tono y se adapta más a la legislación europea. Pero Meloni no será como Draghi. Son la noche y el día.

“Parece evidente que el domingo en Italia va a ganar la ultraderecha, hay que ver por cuánto y si una vez en el poder Meloni rebaja su tono”

La Vanguardia busca ser un diario de referencia, no solo en Catalunya. Su antecesor en el cargo contó en un libro la interlocución con el poder que conlleva el puesto. Con esa capacidad de influencia sobre ciertas élites se verá la situación desde otra óptica. 

–Sí, me tomo el trabajo de director de La Vanguardia con una gran responsabilidad, porque tenemos muchísima influencia a la hora de definir las apuestas informativas y cómo las hacemos. Por eso creo mucho en el periodismo constructivo, de intentar no limitarnos a explicar lo que pasa de la mejor manera posible, sino tratar de ir un poco más allá y dar claves para mejorar un poco la sociedad y su entorno en un momento tan complejo como el que vivimos. Es muy fácil caer en el sensacionalismo y hacer noticias ahora que imperan más las negativas, dejándose llevar por este clima. Pero se trata de ayudar a sensibilizar a la gente. Tenemos una revolución del cambio climático, o la revolución del papel de la mujer, que aún le queda mucho para la igualdad, y pienso que estamos en una disposición de influir en la sociedad ante las desigualdades. Uno de los grandes dramas de los últimos años es que las desigualdades aumentaron más y hay más gente que se quedó por el camino. Bueno, pues nuestro papel como periodistas es intentar corregirlo al mismo tiempo que informamos de todo lo que acontece. La responsabilidad es total, conscientes de que cada decisión a la hora de definir una portada o publicar un editorial tiene una repercusión. Pero es todo un honor poder hacerlo.