Ganadería José Escolar Gil (día 8)

Empiezo con el palo, porque ya muchos me dicen que hay más hierros y ganado por las tierras españolas como para estar repitiendo siempre a los mismos. Rápido me dicen muchas casas, con solera muchas, nuevas otras, porque el mundo en general siempre busca la novedad, y el aficionado al toro no tiene porqué ser diferente. Hasta ahí, admito lo que me dicen. Como también que el pasado año no fue, precisamente, el mejor de esta ganadería en sus seis anteriores presencias en los Sanfermines. Quizás estuvieron por debajo de la media, cosa harto sencillo ya que el pasado ciclo fue excelente.

Pero de ahí a desechar una casa de las denominadas duras, de las que deben estar en una feria que se apellida del toro, que cría ese toro distinto, que incongruentemente es el de siempre, y que nada tiene que ver con la modernidad 4.0, de ‘ toro artista, colaborador’, yo personalmente, por ahí no paso. Los siete u ocho cárdenos que vengan son otros. Así que es normal que permitamos que una familia pueda errar un año. O no llegar a la excelencia. Pero de ahí a prescindir para ver otra cosa, que ni sabemos si vale o no, yo no lo compro.

En la crítica respetuosa, y a la vez seria y vigilante, no quedó otra que contar lo que vimos. Y sé perfectamente que no gustó al viejo criador ni las mías ni las de nadie. Y es que tras más de 40 años buscando ese ‘albaserrada’ perfecto, que entre derecho al caballo las veces que haga falta, que se enfrente a su oponente con furia y raza pidiendo el carnet de torero a cada momento, el buen hombre siempre mira a sus chicos con mimo y cariño, y siempre encuentra virtudes.

Y no se equivoca, porque es lo que busca y cría, y seguro que, como a todos, le gustaría que, siempre, todos sus cárdenos fueran de bandera.

El caso es que la camada parecía hecha y perfecta. Ahora a ver cuáles llegan. Yo ya tengo mi cárdeno favorito.