Ya desde que empezamos a respirar se nos plantea la opción de tener que elegir: pecho o biberón, solter@ o casad@, rubi@ o moren@ (en mi caso, castaña), izquierda o derecha, la Vuelta o el Tour, hablar o escuchar, Madrid o Barça (aquí no hay doble alternativa, siempre Osasuna), Rubiales o Tebas (ufff, muy difícil) y, para los que somos de esta tierra, existen también otros dilemas de difícil resolución..

Yo por ejemplo, me acuerdo mucho de que cuando era más joven (hace escasamente cuatro días de nada) una de las diversiones del día 6 de julio era acudir a la Plaza Consistorial, al Riau Riau, y cantar una y mil veces el Vals de Astrain sin apenas movernos del sitio. Y todo con la única y sana intención de retrasar el acceso de la corporación municipal en su tránsito desde el Ayuntamiento hasta San Lorenzo, para ir a las vísperas en honor a San Fermín.

El último pasatiempo con más parecido a eso lo vivimos otro día 6, en esta ocasión de mayo, en la parte de atrás de la Giralda de Sevilla, en la calle Mateos Gago (a ver si va a ser algún pariente lejano o cercano de Cebada Gago y de ahí la conexión con Pamplona y los Sanfermines). Allí, el entretenimiento fue cantar una y mil veces la gitana que tiró las cartas y que decía que Osasuna iba a salir campeón. Y todo ello, sin apenas movernos del sitio.

Parece pues que también tenemos que elegir entre el Vals de hace unos años o La Gitana de hoy en día

Y más todavía, vivimos una época en la que la elección es vivir encierros rapidísimos en los que los toros van en vuelo rasante o soñar con algún ejemplar suelto campando a sus anchas por la Estafeta para ver quien tiene los redaños suficientes como para saber conducirlo a cuerpo limpio hasta los corrales de la plaza. Claro que eso se lo cuentas a quienes corren ahora y se piensan que es una leyenda urbana como la de la chica de la curva, el ratón en la lata de refresco o la escalera mecánica que se traga a la gente.

Va a ser que en este caso no existe posibilidad de elección. Cada vez más -ya se que me repito como el ajo, pero...- este espectáculo inigualable se ha convertido en un visto y no visto. Tuve la posibilidad hace un par de años de visitar en Vejer de la Frontera la finca donde pastan los de Núñez del Cuvillo y contemplar in situ las correderas en la que el ganadero hace galopar a sus animales para que vengan entrenados, se porten bien en el encierro y después den juego en la plaza. Y así pasa lo que pasa, en la quinta matinal sanferminera, los toricos gaditanos tampoco llegaron a los dos minutos y medio que parece se ha convertido en el tiempo máximo que debe ocupar los diferentes hierros en ir desde Santo Domingo a la Monumental. Si, dejaron contusionados con rasponazos y alguna magulladura de diferente índole, pero todo dentro de esa normal anormalidad que es participar en un encierro y salir atropellado o empujado por toros, mansos u otros participantes. Chapa y pintura nada más para el servicio médico en general.

El encierro siempre será un espectáculo incomparable, dure lo que dure, pero empieza a ser muy reconocible una mañana tras otra y no da opción a esa gente como Pimpín, el recortador de Cintruénigo que agarró del rabo a un fuenteymbro el día anterior para reconducirlo en su carrera, puedan lucirse y demostrar su valor y su arte llevándose a toros descolgados por nuestro casco viejo simplemente con la ayuda de aspavientos y enseñándoles un periódico. Y es que hay gente que posiblemente corre menos, pero disfruta mucho delante de la cara del todo protagonizando otro tipo de encierro que hoy en día es prácticamente imposible de ver salvo que te enseñen fotografías en blanco y negro.

Yo la verdad es que si tuviera que elegir, lo tengo claro...me quedo con la gitana.