La soledad no deseada es un reto de la sociedad presente que ocupa y preocupa. Más aún en una comunidad como Navarra donde el envejecimiento de la población cabalga rápido y la estadística de personas que viven solas se va confirmando con el paso de los años. Para reflexionar y abordar los nuevos fenómenos demográficos a afrontar, el pasado martes se celebró en Civican una jornada en torno al programa Siempre acompañados, de la Fundación la Caixa y Fundación Caja Navarra.

En la Comunidad Foral las cifras del Instituto de Estadística destacan que hasta 134.616 navarros tienen ahora mismo más de 65 años, es decir, suponen el 20% de la población. Y de dicho grupo de edad es destacable según varios estudios, entre ellos de entidades como Cruz Roja y de CCOO, que el porcentaje de hogares unipersonales de personas mayores de 65 años alcanza el 21,84%. Por tanto, una de cada cinco personas mayores residentes en la Comunidad Foral reside en la actualidad sola en su hogar. En el caso de que se mantuvieran las predicciones de población relacionadas con el envejecimiento, en apenas poco más de una década, en 2035 habría en la Comunidad Foral 38.915 personas que vivirían en esa tipología de hogar unipersonal, es decir, que vivirían solos, según refleja el INE y constata el estudio de investigación de Cruz Roja Navarra sobre la Percepción de la soledad de las personas mayores que viven solas en Navarra.

En este análisis, uno de los documentos que ha abordado con más profundidad esta realidad, se concluye que las personas en riesgo de pobreza y exclusión presentan mayores valores de soledad y que la red familiar y social son elementos clave para amortiguar la presencia de la soledad. Igualmente, los investigadores llegaron a la conclusión de que “la soledad está más presente entre las personas mayores que viven solas en Navarra en entornos urbanos, presentando diferencias significativas con el entorno rural. La diferencia principal se presenta en Pamplona y su comarca y la zona de Tudela.

Duplican a los menores de 16 años

En la foto que el Instituto Nacional de Estadística (INE) hace de la población navarra que existirá dentro de 14 años, las personas centenarias se triplicarán llegando a las 892 y los mayores de 65 años duplicarán en número a los menores de 16. Son datos que se extraen de las proyecciones que el INE hace para el año 2037, en las que además de envejecer –la edad media va a crecer de los 43,9 a los 45,2 años–, la Comunidad Foral ganará población hasta alcanzar los 736.784 habitantes, sobre todo por la llegada de más migración.

Las claves

El estudio de investigación de Cruz Roja sobre la percepción de la soledad en las personas mayores llegó a conclusiones como:

Soledad por género. En cuestión de sexo, los hombres presentan mayores valores de soledad que las mujeres, tanto en su componente emocional como social.

Más presente en extranjeros y en más mayores de edad. La soledad está presente de forma más intensa en las personas cuyo origen está fuera de la Comunidad Foral, y es especialmente relevante y significativa en las personas de origen extranjero. No se han apreciado diferencias significativas en la presencia de soledad entre los dos grupos de edad establecidos: de entre 65 y 79 años, y mayores de 80. La diferencia existe, y se inclina hacia las personas más mayores de los mayores, los de 80.

Según el estado civil. Los datos no permiten concluir que el estado civil sea una variable relevante en Navarra para que se presente mayor intensidad de soledad en las personas mayores. Las mínimas diferencias existentes entre personas viudas, separadas, no ofrece datos relevantes.

El doble filo del envejecimiento

El hecho de vivir solo puede suponer una espada de doble filo. Implica más tiempo para estar con uno mismo y emplearlo para cosas que antes era inviables pero, al mismo tiempo, todo ese tiempo libre puede ser abrumador. Las personas mayores tienen factores de riesgo de sufrir soledad, incluso cuando viven acompañados. Para debatir sobre este tema y posibles soluciones Civican acogió el lunes la IV edición de las Jornadas sobre Soledad no deseada, en la que tuvo lugar una mesa redonda con cuatro expertos en distintos ámbitos de la geriatría y, además, jubilados o a punto de hacerlo. “De esta manera tienen la doble autoridad de su experiencia profesional y sus viviencias propias”, explicó el experto navarro Javier Yanguas, que ejerció de moderador. 

“El envejecimiento supone un riesgo para la soledad porque hay que enfrentarse a muchos cambios y uno se puede sentir perdido”, explicó Camino Oslé, exprofesora de la UPNA. Durante nuestra vida desarrollamos el rol de trabajador y lo perdemos con la jubilación, desarrollamos el rol de madre pero los hijos se van de casa y no necesitan nuestro cuidado. “Hay que aceptar esa pérdida de roles sin cometer el error de encajar en uno nuevo. Yo tengo nietos pero soy mucho más que ‘abuela’”, incidió Oslé.

Por su parte, el médico geriatra Rafael Sánchez Ostiz se mostró optimista ante ese cambio porque “la vejez es individual, Cada uno debe reflexionar sobre cómo quiere envejecer, tenemos libertad para elegir nuestro camino”. Aunque sea un hecho individual porque cada se hace mayor con unas condiciones particulares, Sánchez hizo hincapié en la importancia del contacto con personas de todas las edades. “Las sociedades mediterráneas tenemos un valor muy positivo que es el contacto intergeneracional. No aislamos a ningún grupo y eso ayuda a que los mayores no se sientan tan solos y todos apoyamos al desarrollo de los otros”, explicó.

Onésimo Juncos, catedrático emérito en psicología de la Universidad de Santiago de Compostela, confesó que es “un jubilado liberado. Estoy descubriendo a mi propio yo”. Juncos compartió la línea de los demás ponentes pero con un tono más pesimista. “Vivimos en un sistema capitalista que durante toda nuestra vida nos exige ser productores, lo que importa es desarrollar capital, nada más. ¿Cómo queremos repensar nuestros valores si llevamos toda la vida compitiendo?”, criticó. 

A esta denuncia se sumó Mercé Péres, exprofesora de Psicología de la Vejez de la Universidad Autonóma de Barcelona y señaló que “este sistema beneficia a unos y explota a muchos. Solo admite a los viejos como buenos pagantes de buenos servicios”. Como alternativa a esta crueldad del sistema, Pérez defendió como la única solución “la ética del cuidado”, es decir, entender el mundo como una red de relaciones y “aceptar nuestra responsabilidad hacia los otros”. 

Los ponentes criticaron “la búsqueda de una vida plena” y acordaron que el adjetivo acertado es “significativa” ya que la primera es caer en la “idealización”. El envejecimiento engloba malestar y puede favorecer a la soledad, pero con apoyo, espíritu crítico y reflexión, podremos hacer como indicó Oslé y “rematar bien la obra”.