Bilbao. Llegó radiante, llena de una energía arrolladora que envolvió a Bilbao en nueve días de fiesta sin descanso. Y se fue de forma lenta, melancólica pero, al igual que cuando llegó, rodeada de todo el cariño de miles de personas que no quisieron perderse su despedida a orillas de la ría, pese al fuerte aguacero que acompañó los últimos minutos de Marijaia. Su quema marcó ayer el final de la Aste Nagusia de este año y el inicio de la cuenta atrás para la próxima edición, en un emotivo acto en el que no faltaron los efectos pirotécnicos y las emocionadas palabras de una pregonera, Iraia Iturregi, que ha colgado ya su chaqueta amarilla. "Gora Marijaia", se despidió desde el cortejo que acompañó al símbolo de las fiestas en la ría.

El confeti y las serpentinas de su salida al balcón del Teatro Arriaga se transformaron ayer en bengalas rojas y fuegos artificiales que, en medio de la ría, envolvieron a la reina de las fiestas en su viaje final. Lentamente, en medio de la oscuridad y con una solemne música de fondo, Marijaia emergió en la ría espléndida, sobre un catamarán que surcaba las aguas lentamente. El espectáculo, que desde hace unos años se ha trasladado desde la plaza del Teatro Arriaga a la ría, se ha convertido en una cita ineludible para miles de incondicionales de la reina absoluta de Bilbao. Muchos de ellos esperan horas junto a las barandillas de los muelles para no perderse ni un minuto del espectáculo que pone el broche de oro a una semana de fiesta. Bajo un ligero xirimiri, Peio, Izar y Maia se refugiaron bajo el alerón de un autobús promocional estacionado frente al Ayuntamiento. Aún quedaba más de una hora para el inicio, pero estos tres pequeños bilbainos no querían perderse ni un minuto del espectáculo. "¿Desde aquí podemos ver a Marijaia?", preguntaban mientras daban buena cuenta de sus bocadillos. Mariela, una simpática portuguesa, hacía cábalas sobre el mapa para ver cuál era el mejor lugar para seguir la quema. "Estamos hospedados cerca de Bermeo, hemos venido a ver Bilbao y nos hemos encontrado con la fiesta. Al menos, no nos queremos perder la despedida", explicaba.

Abandonando las calles por las que se ha paseado y fotografiado estos días, Marijaia se alzó en un catamarán para, entre el agua de la ría, despedirse de todos los bilbainos. La silueta de los brazos en alto contó con una escolta de honor: abriendo y cerrando su singladura, dos traineras, con 28 remeros y remeras del Club de Remo Deusto enfundados en trajes blancos y con el pañuelo de fiestas anudado al cuello. A bordo de una de ellas, la pregonera, Iraia Iturregi, que apuraba las últimas horas enfundada en su inseparable chaqueta amarilla.

Txalaparta y violín

Como en una obra de teatro, ella era la única silueta visible en la ría. Todo El Arenal, el paseo de Abandoibarra y el Campo Volantín, e incluso las txosnas, quedaron en penumbras para no restarle protagonismo. Ella era la estrella, la mensajera de la fiesta, un Mercurio de sonrisa eterna y llamativo vestuario. Un retumbe de txalaparta anunció que el final llegaba y un melancólico violín comenzó a sonar. Iluminada por un cañón de luz, en medio de la oscuridad, la escena despedía solemnidad y elegancia por los cuatro costados; las dos traineras que escoltaban a Marijaia enarbolaban bengalas rojas a modo de farolillos en un silencio sobrecogedor. En los altavoces -colocados a lo largo de todo el trayecto- resonaba el Hegoak, de Mikel Laboa, una emotiva banda sonora que se convertía en toda una advertencia para quienes se resisten a dar por finalizada una semana de desenfreno. Hegoak ebaki banizkio, neria izango zen, ez zuen alde egingo, baina horrela, ez zen gehiago txoria izango... (Si le hubiera cortado las alas, habría sido mía, no se habría marchado, pero así, no hubiera sido un pájaro). Hay que dejar a Marijaia volver a sus confines hasta el próximo año, cuando el fuego purificador la haga resurgir de sus propias cenizas para volver a dar comienzo a Aste Nagusia.

Poco a poco, la música iba aumentando en intensidad y el cortejo se acercaba al Ayuntamiento, cerrando la fiesta con un colofón de oro a una semana intensa en emociones y disfrute. Miles de personas contemplaban su último paseo, guarecidos con una marea de paraguas bajo un tremendo aguacero. "El cielo también llora que se marcha Marijaia", bromeaba una joven.

El cortejo finalmente se detuvo frente al Ayuntamiento. Desde una de las traineras, la pregonera se puso en pie para despedir las fiestas. "Gracias, Bilbao, por haberme hecho vivir la semana más especial de mi vida. No lo olvidaré jamás. Gora Marijaia!", gritó, emocionada. Desde su plataforma, Marijaia vio encender cuatro bengalas rojas a sus pies; la mecha estaba en marcha. Parecía no querer marcharse; el agua caída sobre su vestido de fiesta hizo que le costara arder. Pero, finalmente, bajo el disparo de decenas de fuegos artificiales, el fuego consumió su sonrisa. Agur Marijaia! Una melodía compuesta por Shanti Basauri, con letra de Julen Gabiria y la colaboración de Oreka Tx, Amaia Zubiria y Sorkun, entre otros, la acompañó en su despedida. Una melodía con la que Marijaia se lleva todo el cariño de una ciudad que está deseando volver a verla aparecer, brazos en alto, en la balconada del Teatro Arriaga. Sí, ya queda menos.