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El proceso de paz

El proceso de paz

ya que fui invitado por Lokarri a participar en una mesa redonda este veinte de junio en Pamplona, a la que por razones personales no puedo acudir, trataré de compensar mi ausencia con este artículo, aportando precisamente aquello que hubiera dicho, pero que finalmente no podré relatar. En el siglo XXI, el proceso de paz vasco en una sociedad democrática difícilmente puede abstraerse del dialogo político. Tras el cese definitivo de la actividad armada de ETA en octubre de 2011, dejando atrás cuarenta y tres años de violencia y más de ochocientas víctimas mortales, se abre un proceso esperanzador, cuya oportunidad no podemos dejar escapar. El diseño, desarrollo y culminación del proceso de desmantelamiento y desarme de ETA debe ser controlado y ordenado, siendo el interlocutor necesario el Gobierno de España, aunque pueda contarse con la labor de verificadores internacionales. Por ello, es preciso que el Partido Popular, que es quien ostenta el poder actualmente, salga de su actual y estéril inmovilismo y se avenga a dialogar para poder dar el empuje definitivo a este anhelado proceso de paz. Entablar un dialogo, cuyo objetivo no es otro que regular el desarme y disolución de ETA, no equivale a negociar ni a pagar precio político alguno. Afirma Jean-Paul Sartre: "Desconfío de la incomunicabilidad, pues es la fuente de toda violencia". Por tanto, no se entienden muy bien las reservas y cautelas del PP. Es verdad que antes lo intentó infructuosamente Rodríguez Zapatero con el apoyo de todos los grupos políticos representados en el Congreso de los Diputados y en el Senado a excepción del PP, contando además con el aval del Parlamento Europeo, hasta que trágicamente ETA hizo explotar una furgoneta bomba en la terminal T4 del aeropuerto de Barajas en Madrid, cuyo atentado ocasionó dos muertos. Sin embargo, el escenario político y social ha cambiado lo suficiente como para pensar que es posible la disolución y desarme de ETA y la reconciliación ciudadanía. Si bien es imprescindible la implicación del Gobierno de España en la desarticulación dialogada de ETA, es preciso aclarar que la colaboración transversal de las diferentes formaciones políticas se hace necesaria para dar mayor impulso al proceso de paz. Y en este mismo sentido, la participación ciudadana también es obligada, debiendo ser plural, integradora e inclusiva, siendo esencial escuchar a las víctimas, cuyo dolor es imprescindible reparar.El proceso de desarme y disolución de ETA debe realizarse de forma controlada por el Gobierno de España y desarrollarse en un tiempo prudencial, que es lo que la sociedad civil espera con impaciencia. Y para acelerar este proceso parece obvio que el actual gobierno debe modificar su política penitenciaria, lo que incluye decisiones perfectamente legales como dar por terminada la dispersión de presos y su acercamiento a cárceles próximas a sus lugares de origen, y contemplar por razones humanitarias la excarcelación de determinados presos con enfermedades graves. Asimismo, desaparecida ETA y respetando los cauces legales, es deseable iniciar un proceso de reinserción social de forma individualizada y escalonada, que debe tener como condiciones necesarias la renuncia expresa a la utilización de vías violentas y el reconocimiento del daño causado a las víctimas. Incluso propiciar lo que se conoce como justicia restaurativa o reparadora, practicada en EEUU y de la que es pionero Howard Zehr, profesor de la Universidad Menonita de Harrisonburg, en Virginia, y cuyo objetivo es facilitar el encuentro entre ofensor y víctima con un claro objetivo reparador.

En fin, sin pretender establecer falsas equidistancias, hay que admitir que la tortura, sistematizada al menos en la década de los setenta y principio de los ochenta, y la guerra sucia del GAL contra ETA fueron hechos execrables. Asimismo el abertzalismo de izquierdas debe reconocer que el daño causado por ETA ha sido cruel y, en consecuencia, condenable. Creo, por tanto, que la paz debe tener su propia epifanía, pues de lo contrario las ideas pueden devenir mera abstracción. En este sentido, la izquierda abertzale juega un papel importante para que esta apuesta no se quede en mera alegoría y en consecuencia el proceso de paz gane en credibilidad y confianza. Y aunque algunos piensan que pedir perdón no es un factor esencial, en mi modesta opinión, el hecho de que ETA reconozca el daño causado a las víctimas ayudaría mucho y daría credibilidad al proceso de paz. Pedir perdón no supone ni debilidad ni deshonra. Al contrario, sería una muestra inequívoca de voluntad de rectificación. Como dice Paul Valery: "La violencia es siempre un acto de debilidad y generalmente la operan quienes se sienten perdidos".En cuanto al conflicto vasco, trágicamente ensombrecido por la violencia de ETA, es un hecho difícil de precisar. Y para delimitarlo es necesario comprender las múltiples dimensiones que condicionan y perpetúan la irresuelta cuestión vasca. Es un análisis complejo que debe abordar cuestiones identitarias, culturales, lingüísticas, ideológicas, económicas, históricas, jurídicas y territoriales, que requieren, si se pretende escribir un nuevo relato más acorde con la realidad, valerse de los saberes específicos de las diferentes ciencias sociales. Si la ciencia política, la sociología, la historia o incluso la geopolítica son ineludibles en este proceso, la participación ciudadana se hace indispensable para impulsar el proceso de paz y abordar dicho problema. En cualquier caso, conviene dejar claro que el conflicto vasco es, como el catalán, estrictamente político, por lo que solo puede abordarse y negociarse en un escenario de total ausencia de violencia. Esto es, sin armas y sin ETA.

Médico-Psiquiatra