Síguenos en redes sociales:

“Kiara podría haber sido una gran persona; nunca lo sabremos”

El padre de la niña de 9 años hallada sin vida en el barrio de Atxuri pide la prisión permanente para la madre

“Kiara podría haber sido una gran persona; nunca lo sabremos”

Bilbao - “Kiara podría haber sido una científica que encontrara la cura para una enfermedad o una camarera que atendiera a sus clientes con una sonrisa. Podría haber sido una gran persona, pero ya no lo sabremos”, expone con toda la resignación que puede concentrar Valeriano Borja, el padre de la niña de 9 años que fue hallada sin vida junto a su madre, Ada, en su vivienda de Atxuri en enero. Las primeras pesquisas determinaron que la pequeña había fallecido a consecuencia de la ingesta de medicamentos y por asfixia, por lo que el caso fue investigado como homicidio siendo Ada la principal sospechosa. Sin embargo, tras los informes periciales y forenses, la madre de Kiara, en prisión provisional, será juzgada por un delito de asesinato con alevosía y agravante de parentesco en un juicio que dará comienzo el 12 de diciembre.

“Este dolor no es solo mío, es una pérdida a nivel social. Buscamos justicia”, sentencia el padre de la pequeña, que junto a otros miembros y allegados de la familia se ha movilizado para que la madre de su hija sea juzgada con la pena máxima. Al igual que la Fiscalía, Valeriano Borja, que ejerce como acusación particular, y la asociación Clara Campoamor, en calidad de acción popular en la causa, reclaman la prisión permanente revisable para la acusada, en lo que constituye la primera petición de esta condena en Bizkaia. De hecho, esperan que la sentencia sea tan ejemplarizante como la de Ana Julia Quezada, la primera mujer que recibió esta condena por la muerte del niño Gabriel Cruz. “Este caso también tiene que crear una alarma social. No puede ser que cada equis tiempo un perturbado cometa este tipo de crímenes sin miedo a las represalias”, indica Borja.

Fue el pasado 16 de enero cuando la hija mayor de Ada, de 19 años, halló a ambas abrazadas e inconscientes al llegar al domicilio familiar. Junto a ellas había una carta manuscrita en la que se exponía que un individuo había obligado a la madre a matar a su hija pequeña antes de suicidarse. Los sanitarios llegaron a tiempo para reanimar a Ada, pero no pudieron hacer nada por salvar a Kiara, que ya había fallecido. Tras su evacuación al hospital de Basurto, la madre de la pequeña fue detenida después de que la trasladaran a planta como presunta autora del homicidio de Kiara. Desde un principio, la arrestada responsabilizó de los hechos a un hombre encapuchado que había accedido a su vivienda. Ello no impidió que decretaran su ingreso en prisión provisional, a la espera de que su estado mental fuera evaluado por forenses. “Nadie se esperaba que una madre hiciera esto, pensaban que tenía que haber un motivo. Pero según iban viendo las pruebas y cómo se desarrolló la investigación, fueron atando cabos”, sostiene Borja, quien explica que personas cercanas al caso descartaron la primera versión al considerarla “pueril y carente de sentido”. A su lado, Tamara Pérez, la mujer del padre de la hija mayor de Ada y portavoz de la familia, asiente. “¿Qué hombre encapuchado va a entrar en tu casa y te va a obligar a escribir tres cartas con letras diferentes?”, pregunta de forma retórica después de revelar que los investigadores encontraron tres borradores en la basura.

Inculpación Mientras en el primer relato la presunta culpable expuso que un hombre encapuchado entró a su casa tras un forcejeo, el padre Kiara aclara que, una vez en la cárcel, Ada mandó una carta a su hija mayor -que no ha querido saber nada más de su madre- en la que cambiaba su versión. “Se suponía que no se acordaba de nada porque estaba bajo los efectos de los medicamentos, pero realiza un relato muy concreto y detallado de lo sucedido. Recordaba cómo machacaba las pastillas. Cuando lo supo, su abogado se echó las manos a la cabeza. Se inculpa”, manifiesta Valeriano Borja, quien indica que el escrito que está en manos de los abogados constituye una prueba. El padre de la niña alega además, que según los dos psiquiatras forenses que la han examinado, Ada “es una persona con una correlatividad del tiempo buena, consciente, que se sabe expresar y que conoce lo que ha ocurrido. Está en sus cabales. ¿Que tiene problemas de salud? Sí, pero no está loca”.

De hecho, la acusada, aquejada de varias hernias discales, tenía prescritos diferentes fármacos para paliar los dolores. “Los medicamentos que ingirieron la niña y la madre son los mismos que estaban prescritos para ella, pero en dosis mortales”, señala Pérez, quien afirma que los fármacos principales hallados en las muestras corresponden a Tramadol, un analgésico de tipo opioide, y Citalopram, un antidepresivo. Además, revela que en el análisis toxicológico de Ada se hallaron restos de polvo de ángel, una droga disociativa con efectos alucinógenos. “Las medicinas fueron determinantes para la muerte de la niña, la asfixia fue para asegurarse”, sostiene Tamara Pérez, mientras el padre de Kiara desvela una hipótesis que va cobrando fuerza. “Por cada centímetro de cabello analizado se puede saber cuánto lleva ingiriendo los medicamentos. Ada llevaba tiempo administrándoselos para ver cómo reaccionaba”, expone el padre cuya lucha no se limita al próximo juicio.

Valeriano Pérez expone que Kiara no estaba reconocida por él porque Ada se lo pidió para poder percibir la RGI. Sin embargo, defiende que siempre se hizo cargo de la niña. “Usaba el que no estuviera reconocida como arma, me chantajeaba”, sostiene el padre, quien desvela que Ada estaba vigilada de cerca por Asuntos Sociales por el absentismo escolar de Kiara. El padre de la niña, que no pudo responsabilizarse del cuerpo de su hija, está inmerso en los trámites de filiación de Kiara para poder, en un futuro, trasladarla a un panteón familiar. “Tengo la partida de nacimiento de Kiara, en la que sale mi nombre sin apellido”, asevera Pérez, que ha presentado diversa documentación para acreditar su paternidad. Sin embargo, ha tenido que recurrir al contencioso, donde le realizarán una prueba de ADN. “No quería remover tanto, es demasiado doloroso”, afirma.