Todos hemos oído la leyenda urbana veraniega de las "latas de la muerte", esa persona que enferma al beber directamente de una lata de cerveza o de un refresco, contaminada por orina seca de un roedor. Es falsa como una moneda de tres euros. La leptospirosis es una zoonosis propia de los perros, otros animales y las personas, causada por una bacteria, la Leptospira interrogans. Afecta al riñón y al hígado. Los perros pueden contagiar a las personas, especialmente a sus dueños y la adquieren a través de la orina de otro animal infectado, generalmente roedores, a través del agua, comida o tierra contaminada. Es raro el contagio entre humanos. Provoca la muerte del 50% de las mascotas y lesiones graves a las personas. La Leptospira sobrevive en ambientes húmedos y carentes de luz solar. La mejor prevención es la vacunación del animal.

En la comida de los miércoles se interesan por el origen de nuestro virus y el regreso de la teoría conspiranoica auspiciada por los americanos. Situemos el campo de juego, las relaciones entre las dos potencias, Estados Unidos y China, con el zar Putin enredando lo que le dejan. Europa, como siempre, no pinta casi nada en el escenario. Los motivos pueden estar relacionados con las elecciones midterm, de medio mandato, a celebrar el 8 de noviembre 2022 para renovar un tercio del Senado, en las que Biden no las tiene todas consigo y las incesantes campañas de propaganda y guerra sicológica contra China por motivos económicos y belicistas. Los orientales parece que van ganando la carrera armamentística. Los gringos la de la instrumentalización política de la pandemia.

El presidente Trump y su turbio ayudante en los primeros siete meses de mandato, Stephen Bannon, urdieron la teoría conspiranoica sobre el origen de el covid-19, culpando a China de una fuga laboratorial del virus Sars-CoV-2, en una agresiva operación mediática al estilo de las que utilizan contra Cuba o Venezuela, por ejemplo. Las mismas armas goebbelianas que ahora parece ensayar Joseph Robinette Biden Jr., el abuelo bonachón, pero menos, en la Casa Blanca. Cuando ves los dientes del león, no pienses que te sonríe, decía el poeta iraquí del siglo X, Al-Mutanabbi. Estas teorías estrambóticas son más fáciles de aceptar que las científicas, porque para entender las segundas, hay que estudiar.

El pasado 14 de enero, un grupo de científicos de diversas organizaciones y procedencias, entre los que se encontraban los veterinarios Fabian Leendertz, del Instituto Robert Koch de Berlín, que relacionó el brote de ébola en África de 2014 con los murciélagos; y Marion Koopmans, viróloga de la Universidad Erasmus en Rotterdam, que descubrió en 2013 que los dromedarios eran el huésped intermedio del virus que causa el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), visitaron Wuhan bajo el paraguas de la OMS, con el objetivo de encontrar el origen animal del virus y sus vectores para los humanos. Algunos ya habían estado con anterioridad, sin que trascendieran demasiados detalles.

Los expertos de la OMS realizaron su trabajo en medio de fuertes presiones, con Estados Unidos exigiendo una "sólida" investigación y China advirtiendo contra la politización de la misión. Incluso uno de los investigadores, el británico experto en zoonosis Peter Daszak, tuiteó "no se fíen demasiado de los servicios de inteligencia estadounidenses". El director de la OMS elogió a Pekín por su colaboración, lo que le valió duras críticas por parte de EEUU.

La conclusión fue que la hipótesis de la filtración de laboratorio era "altamente improbable". Además, el virus fue detectado clínicamente en Alemania, Italia, Brasil y en Estados Unidos, antes o en paralelo al momento en que emergió en Wuhan. Hay evidencias sólidas que sugieren que el coronavirus se originó en los murciélagos, pero su salto a las personas y los escalones intermedios, siguen siendo un misterio. Por lo demás, existe amplio consenso científico internacional al afirmar que la mayoría de las epidemias del tipo covid-19 son de origen zoonótico, no de laboratorio, y están relacionadas con el calentamiento del planeta como consecuencia del cambio climático y la sobreexplotación del medio natural, el mal uso de los antibióticos y la globalización.

El 23 de mayo, un artículo de fuentes anónimas "de inteligencia" publicado en el Wall Street Journal volvía a insistir en la conspiración china y se referían a unos fallecimientos, en 2012, de tres operarios que manipulaban estiércol de murciélagos y al ingreso hospitalario, en noviembre de 2019, de tres investigadores del Instituto Virológico de Wuhan, reforzando el impacto mediático de la mentira mediante la utilización del director general de la OMS, Tedros Adhanom, que demandaba una segunda investigación internacional sobre el origen del virus con una auditoria de laboratorios en China. No hace falta recordar el protagonismo de USA en la financiación de la OMS, motivo suficiente para generar un drástico cambio de opinión del etíope. El que paga manda. Incluso el Dr. Fauci ha denunciado la manipulación de algunos comentarios suyos.

El viceministro de salud chino, Zeng Yixin, rechazó la propuesta de Tedros, describiéndola como "contraria al sentido común y arrogante ante la ciencia" y le recordó que a las seis semanas de emerger la covid-19, ya habían desarrollado un protocolo de control del patógeno el "algoritmo chino de las siete sapiencias": diagnósticos masivos frecuentes. Rastreo de contactos de los positivos. Cuarentena estricta. Mascarilla y distanciamiento social, logística hospitalaria adecuada. Información verídica y sencilla para la población y confianza en las autoridades. Tampoco parece tan difícil.

Hoy, día de celebración. Unas delicatessen de pato de Zubía de Eskoriatza y de euskal txerri de Maskarada de Lekunberri, frutos del mar de Irlanda XXL. Mil hojas y helado. Cava catalán Roger Goulart brut reserva ecológico. Del colesterol y el ácido úrico, ni hablamos.