- El Juzgado de lo Penal número 3 de Pamplona ha condenado a dos años de prisión por un delito contra la integridad moral y a 8.640 euros de multa por un delito de daños a un hombre, residente ahora en Madrid, y que fue inquilino de un piso de la calle Arrieta durante un año en el que se dedicó a hacer la vida imposible a su vecina, de 87 años. Esta era viuda, vivía sola, tenía achaques de salud y ni un solo conflicto vecinal hasta llegar el acusado. Así, se dedicó a tirarle huevazos a la terraza en plena madrugada, además de batirle varios huevos en el descansillo del piso y abollar el ascensor comunitario. La víctima incluso requirió los servicios de una empresa de limpieza a presión para poder ponerle lustre a su balcón. Ahora, el acusado -que negó en el juicio que fuera el autor de los hechos aunque los vecinos hubieran instalado una videocámara en cuyas imágenes se apreciaba claramente a un hombre con sus mismos rasgos-, tendrá que indemnizar con 4.000 euros a la anciana y con 3.000 euros a la comunidad de propietarios.

La jueza entiende que la versión del procesado en la vista oral, en la que declaró que él vivía en Madrid desde hace 30 años y que el piso de la calle Arrieta lo había alquilado su hermano, al que según parecía mucho físicamente, y que era médico en EEUU y quería el piso para alojarse cuando viniera a trabajar a la Clínica Universitaria. La sentencia entiende que dicho argumento exculptario no tiene sostén de prueba alguno, puesto que el hermano del procesado no acudió a declarar al juicio, ni se sabe cómo es físicamente, si se le parece tanto o no, y si era en realidad el titular del piso.

Lo que queda acreditado en la resolución es que fue el acusado la persona que estuvo alquilado entre enero de 2017 y 2018 en dicho piso y que su nombre figuraba en la reserva del alquiler que se había efectuado con la inmobiliaria.

La anciana recordó en el juicio que vive en su piso desde 1974 y que nunca había tenido un problema con el vecindario salvo el año que residió esta persona. “Todo empezó cuando un día, de madrugada, empezó a aporrearme la puerta y a tocar el timbre. Me dijo que dejara de hacer ruido y le dije que era imposible que yo hiciera ruido porque estaba en la cama y vivía sola. A partir de entonces, amenazó con ir a la Policía, un día me rayó la puerta, otro empezó a golpear el ascensor y me lanzaba a menudo huevos. Los lanzaba contra la terraza e incluso en la puerta de casa. Un día me dejó un charco de huevos que no podía ni salir”, manifestó en el juicio. De su estado de salud, recordó que, con estos episodios, llegó a subirle la tensión hasta 22 y tuvo que venir personal de Urgencias para atenderla porque “vivía con mucha ansiedad y miedo. Incluso me daba miedo salir de casa porque pensaba que me iba a seguir. Un día que discutí con él desde el balcón me dijo: hijaputa, a qué horas vas a misa”.

La vecina de al lado de la víctima, que se conocen desde hace dos décadas, confirmó los padecimientos de la anciana e incluso la acompañó en varias ocasiones a denunciar los hechos a la Policía Foral. “Incluso tuve que hacerle la compra en alguna ocasión porque no salía de casa. Y esta mujer es imposible que hiciera ruido: no le visitan nietos, no usa tacones, tiene 87 años y hace una vida del salón a la cocina y de la cocina al salón. Todo acabó cuando un día en enero observé que había mudanza en el portal y cuando les pregunté a los operarios si se marchaba algún vecino, me dijeron que se iba el del sexto A. Entonces respiramos aliviadas”, testificó.