- Escribo estas líneas devastada por el dolor ante la pérdida de una de las personas y político más grande que hemos conocido. El mejor homenaje que se le puede hacer a Julio Anguita es trabajar por la Tercera República. República donde estén representadas las distintas nacionalidades. El legado más importante que nos ha podido dejar en su pensamiento como político, profesor, escritor, además de sus obras literarias, es el anhelo de un proceso constituyente.

No hay más que echar un vistazo a las redes sociales para darse cuenta de que la juventud, el futuro de nuestro país, ya no está con la monarquía. Ni lo estará de aquí en adelante. Menos aún en estos momentos de crisis mundial por el coronavirus, donde se ha visto la inutilidad de manera patente de una institución adornaticia que nos cuesta lo que debería ir íntegro a la investigación médica y a la atención sanitaria. Eso sin contar las zarandajas que hemos podido saber del emérito y sus intríngulis financieros.

En Navarra hemos sido de reyes, sí, pero de los nuestros, los que están ya en los libros de historia; allí consagrados y transmitiéndonos valores que tienen que ver con la soberanía de este pueblo y sus derechos ancestrales en cuanto a ámbito de decisión política y social. Actualmente, en nuestra comunidad foral la monarquía letiborbónica sólo es defendida por los cuatro niños bonitos del regionalismo, tristes a la hora de disimular más pluma que Moctezuma, que sueñan con arrodillarse ante la reina republicana que jugaba a ligarse a un profe del Ramiro de Maeztu y se dedican a enviar a agentes, a los que previamente les han chupado hasta los lunares, a casas ajenas para que no escribamos artículos como éste. Luego están los vejestorios de las manifestaciones con ristra de chistorras y banderas impuestas por el carlismo, pregoneros que se ocupan más de disfrazarse de trolls con faldas que de ir al urólogo a que les mire la próstata y preguntarle por qué ya no funcionan ni con viagra. Pues sí, éstas son las impotentes y andrajosas mimbres que constituyen el sostén de los pasamanos navarros ante la monarquía española.

Además de releer los libros de Anguita en honor a su persona debiéramos acercarnos a la figura de Juan Andrade. A mi juicio, uno de los historiadores más señeros, conocedor como pocos de la personalidad política que se nos acaba de ir a las entrañas de la tierra.

Andrade en sus libros da con la clave de porqué la transición fue en realidad una transacción. Y apunta de manera brillante el camino a emprender desde la participación ciudadana, la reflexión política y la acción social para que se dé la consecución de la Tercera.

La derecha es consciente de que la próxima generación va a hacerse cargo de una realidad social distinta, en donde se van a revelar todas las injusticias del actual sistema y que, desde una nueva conciencia colectiva, a través de la lucha de ideas, el debate y la calle, todo puede cambiar. Debe cambiar, cambiará. Por esa razón son las fuerzas conservadoras y ultras quienes más están disfrutando del número de víctimas que están cayendo en esta crisis -no hay más que leer alguna publicación digital navarra y los tabloides madrileños ayusistas-, porque albergan la esperanza de que la sociedad quede inmóvil ante el dolor que produce la pérdida y la enfermedad. Se ve que no han aprendido todavía sobre que la izquierda está acostumbrada a luchar desde la privación, la clandestinidad, los márgenes fronterizos€ y que cuando se ha triunfado, y con nosotros el bien común, ha sido gracias a esa reflexión reconstructora y vivificante, justo como la de Julio y su corazón rojo. - Fátima Frutos, escritora